Sevilla

Cerca de 25 años sin fugas de presos etarras de las cárceles españolas

Desde 1985, las cárceles españolas no han sufrido la fuga de ningún preso de la banda terrorista ETA, aunque sí han sido numerosos los intentos y los planes de escapada con métodos tan osados como la huida en helicóptero desde el patio de la cárcel, la construcción de túneles o incluso el uso de explosivos.
La última fuga en España se produjo en la cárcel donostiarra de Martutene en julio de 1985, cuando los etarras Iñaki Picabea y Joseba Sarrionaindía consiguieron escapar escondidos en el interior de dos altavoces. Los fugados aprovecharon la actuación musical que ese día había ofrecido en el centro penitenciario el cantautor vasco Imanol Lárzabal. Desde entonces, en España, todo han sido fugas frustradas o planes fallidos.
Bastante más éxito han tenido en las últimas décadas los presos etarras en suelo francés. La última huida se produjo en diciembre de 2002, cuando Ibon Fernández de Iradi, ‘Susper', entonces presunto jefe militar de ETA, consiguió introducirse en el conducto de ventilación de la celda que ocupaba en la comisaría de Bayona y desde ahí salir a la calle.
En España, la primera fuga de importancia se produjo el 11 de diciembre de 1969. Diez terroristas y cinco presos comunes lograron escapar de la prisión provincial de Basauri (Vizcaya). Siete años más tarde se produjo la fuga más espectacular registrada en suelo español.
El 5 de abril de 1976, veintinueve presos, veinticuatro pertenecientes a ETA, tres al partido comunista, uno anarquista y el último miembro del FRAP, consiguen huir de la cárcel de Segovia construyendo un túnel que les condujo a un colector. Aunque casi todos los evadidos fueron detenidos con posterioridad, cuatro miembros de ETA lograron llegar a Francia.
La prisión de Martutene en San Sebastián ha sido el escenario de dos espectaculares fugas. El 20 de enero de 1980, tres miembros de ETA, María Izaskun Machirena, Miguel Machirena y Jesús María Zalegui desarmaron a varios funcionarios y sirviéndose de sus uniformes salieron a punta de pistola del centro penitenciario. Cinco años más tarde, en julio de 1985, los etarras Picabea y Sarrionaindía se fugaban escondidos en el interior de dos altavoces aprovechando un concierto.
Menos éxito tuvieron los presos de ETA recluidos en la cárcel de Soria, quienes en 1980 y con apenas cuatro meses de diferencia, llegaron a construir dos túneles diferentes, aunque fueron descubiertos en ambos casos antes de que pudieran escapar. Ya en marzo de 1990, la Policía abortó un plan de fuga del etarra José Ignacio de Juana Chaos, ex jefe del comando Madrid, que incluía el empleo de un helicóptero con el que sacarle de la cárcel de Sevilla. En enero de 2001, Igor Solana Matarranz, precisamente uno de los etarras que pretendían escapar de la prisión de Huelva en el plan descubierto ahora, también estuvo a punto de fugarse de la cárcel de Nanclares de la Oca, en Álava, aunque fue detenido cuando se encontraba ya fuera del edificio de celdas.
Ya en fechas más recientes, todas las fugas de etarras se ha producido en Francia. El 12 de noviembre de 2000 el ex dirigente de ETA Félix Alberto López de Lacalle, ‘Mobutu', se fugó de un hotel de Aubusson en el que estaba confinado a la espera de ser expulsado de Francia. ‘Mobutu' se descolgó por una ventana usando una sábanas anudadas y huyó en un automóvil que le esperaba en la calle.
 El 17 de agosto de 2002, Ismael Berasategui Escudero se fugó de la prisión parisiense de La Santé, tras ser reemplazado por su hermano José Antonio aprovechando una de las entrevistas regulares a las que tienen derecho los reclusos. La fuga no fue detectada hasta cinco días después tras la confesión del hermano del etarra. En la tarde del 21 de diciembre de 2002, Ibon Fernández de Iradi, ‘Susper', presunto jefe militar de ETA, se fugó por el conducto de ventilación de la celda que ocupaba en la comisaría de Bayona y tras atravesar varios corredores salió a la calle. La evasión tampoco fue advertida hasta seis horas más tarde.
El último plan de fuga de importancia descubierto en Francia fue en enero de 2003. En aquella ocasión, ETA había planificado la liberación de seis cabecillas de la banda internados en la prisión parisina de La Santé.
Según el plan, que se hallaba en fase embrionaria, los presos debían volar la puerta de sus celdas con explosivos plásticos mientras que unos cómplices desde el exterior tendrían que provocar una explosión en un muro del centro penitenciario.