París
«Compartiremos espacio Mortier y yo pero no proyectos»
«Las bodas de Fígaro» echan hoy el telón a la temporada del Real. La que arranca en septiembre con «Lulu» será la última que lleve la firma de su actual director artístico
La vespa de Antonio Moral es de color pastel y lleva marcada alguna que otra herida de guerra. Le gusta posar en su despacho, con un Tàpies colgado de la pared, pero el espectáculo lo deja para el escenario del Teatro Real, a cuya dirección artística llegó en febrero de 2005, tras la destitución de Emilio Sagi. La temporada 2009-2010 será la última que dirija en esta casa, un soberbio edificio que ha dado algunos de los titulares más jugosos de los últimos años: «Sí, pero hemos hecho nuestro trabajo. Aquí hemos venido a trabajar», comenta, y le recuerdo una frase de Juan Cambreleng, el primer inquilino en la gerencia del coliseo, cuando preguntaba casi incrédulo: «¿Por qué es más noticia que se descuelgue una lámpara del techo del Real que que se rompa una vidriera de la catedral de Burgos?». No hay respuesta, sólo una sonrisa franca por parte de Moral.-No se podrá quejar de las noches que ha vivido en junio. Alguien dice que en este teatro, como sigan así, van a morir de éxito.-Bueno, si se refiere a lo sucedido con Leo Nucci fue apoteósico. Lo que fue capaz de decir a sus 68 años sólo está al alcance de los más grandes, que son él y Plácido Domingo, los últimos representantes de una forma de hacer y decir la ópera. -Y eso que no las tenía todas consigo porque Nucci fue un hueso duro de roer.-Bueno, le atraía cantar aquí «Rigoletto», pero no con un montaje tan vanguardista, tan vacío. Apenas ensayó, pues llegó con el tiempo justo, pero se le notaba pletórico y, de repente, como si algo intuyera, me preguntó: «¿Y si me piden un bis?» «Aquí nadie ha bisado, no existe esa tradición», le contesté. Sabía que haría el bis.-No se olvide de la apoteosis de Juan Diego Flórez apenas diez días antes.-Fue también impresionante, con el público en pie. El segundo día cantó seis bises. Eso sólo lo hacen los más grandes.-No es tan fiero el público de este teatro como lo pintan.-He visto todas las funciones del «Rigoletto» menos dos y las reacciones del público han sido de lo más diversas. Desde luego, indiferencia no ha habido en ninguna. Los más fríos, los abonados. -Deduzco que, a pesar de que ha podido ser una año difícil, se le nota satisfecho.-Muy satisfecho. La ópera es un género imprevisible. No basta con tener las mejores materias primas, meterlas en una olla y ponerlo al fuego. Unas veces lo conseguimos, otras no, y este año sí que ha habido momentos muy especiales que compensan el esfuerzo y te dan fuerzas para continuar.-Cuando llegó pronunció esta frase: «Asumo la dirección con el deseo de situar al Teatro Real donde le corresponde». ¿Ha hecho bien los deberes?-Sólo soy un peldaño más dentro de esta escalera infinita. Los teatros necesitan tiempo y no se convierten de la noche a la mañana de segunda en coliseos de primera. No hay director artístico que tenga una varita mágica. Estamos donde estamos gracias a todos. No olvidemos a quiénes estuvieron antes y el trabajo que realizaron.-A Sagi se le criticó ferozmente.-Y después se alabó su trabajo, con la perspectiva del tiempo, que es como se miden los logros.-Usted también recibió lo suyo cuando aterrizó.-Así es. Antes de poner el pie ya me habían cortado un traje. Se me criticó, por ejemplo, que diera sentido y unidad a la programación.-¿Y cómo se consigue dar sentido y unidad?-Con una programación interesante, novedosa y que pueda atraer al público. Yo he tratado de abrir la horquilla del repertorio y equilibrar periodos. Que no me digan que sólo he programado Barroco porque no es verdad. -No sé si durante este tiempo ha logrado alcanzar la excelencia de la que tanto se habla en este teatro.-La excelencia se consigue en muy contadas ocasiones. Una de ellas fue la noche de Leo Nucci. Yo quiero que mi trabajo se valore en su justa medida con los años. El Real es un gran teatro ya porque sólo los más grandes vienen a los teatros de primera y aquí se ha ofrecido un abanico de títulos de primera.-Si se hubieran dado las condiciones necesarias, ¿habría renovado su contrato con la casa?-Sí, me hubiera gustado seguir, pero nunca más de tres años. Soy un profesional que ha cumplido su contrato y mi salida, a pesar de lo que se diga, ha sido normalizada. Lo que si puedo decir en voz alta es que he hecho el proyecto que he querido hacer con total libertad.-¿Se ha sentido maltratado?-No, nunca me he sentido así.-A principios de 2010 se cruzará por el pasillo con Gerard Mortier, que le sucederá en el cargo. Habrá un tiempo de cohabitación.-Yo terminaré de gestionar mi proyecto y él trabajará en el suyo. Podemos compartir espacio, pero no proyectos.-¿Quién es el autor de la temporada 2010-2011, Moral o Mortier? Él ha adelantado a este diario algunos títulos de ese periodo precisamente.-Se me encargó diseñar la de 2010-2011 y trabajar en ella. Cuando se anuncia su contratación se decide que sea él quien la termine. Una temporada, o la firma uno o la firma otro, sobre todo si hay dos años por delante, así que la de 2010-2011 al final será responsabilidad suya. Mortier ha tenido la posibilidad de decidir lo que deseaba mantener y lo que no. -No olvidemos que Mortier aún está en París y usted es el director artístico de este coliseo.-Él es un gran profesional de la gestión operística y un excelente comunicador. Cada uno tenemos nuestro estilo. Ahora mismo no podemos saber si acertará o no porque no ha llegado. Veamos, démosle tiempo y después juzguemos.-Dicen muchos cantantes que es un director a la antigua usanza, que conoce por el gesto lo que pasa por la cabeza de un artista.-El intérprete es fundamental. Lo mismo que la ayuda de todo el personal de esta casa ha sido inmensa. El equipo humano y técnico del Teatro Real es excepcional. Somos lo que somos por quienes trabajan aquí, del primer al último departamento, sin excepción y eso, quien venga detrás no debe perderlo de vista, porque los directores pasamos, tenemos fecha de caducidad, pero el equipo humano permanece.-Con la salida del Real, ¿se quita un peso de encima?-Así es. El estrés que se soporta es increíble. Necesito un tiempo de calma y tranquilidad. Me tomaré un periodo sabático de seis meses.-¿A quién le hubiera gustado traer al Teatro Real?-A Alfredo Kraus
«Las bodas de Fígaro», hiperrealistasEl Teatro Real estrena hoy «Las bodas de Fígaro», de Mozart. Es la tercera vez que se representa en el Real y, en esta ocasión, con una producción «muy realista», según Emilio Sagi, director de Escena, para quien la única manera de producir esta obra era «situándola en Sevilla y en el momento histórico en el que fue escrita por el famoso compositor». La obra será dirigida por Jesús López Cobos con la partitura íntegra que compuso Mozart, es decir más de cuatro horas de ópera «perfecta». Con las entradas agotadas para las doce funciones programadas, esta producción, que cierra el día 27 «una temporada larga y dura», según Antonio Moral, se emitirá el día 16 en directo a más de 60 cines de España y Europa, y se grabará en DVD para su posterior comercialización.«Desde el primer momento pensé que "Las Bodas"tenían que ser hiperrealistas, en Sevilla, de época y con perfume español», explicó Sagi durante la presentación esta semana, quien desveló que están intentando, aunque por el momento no lo han logrado, que en uno de los actos el aroma del azahar de los naranjos sea real porque quiere que la ciudad andaluza «sea un personaje más».
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