Bruselas
Convidados a la nada
Cuando uno no tiene mucha idea de cómo arreglar las cosas en su país, es lógico que concentre las esperanzas en ver de qué manera se las pueden solventar los demás. Pero no hay que poner mucha ilusión en esta nueva cumbre del G-20. Una foto, una declaración de buenas intenciones y poco más. Poner de acuerdo a los primeros espadas del orbe sobre algo concreto es como esperar a que el sol salga por la noche. Eso sí, cada uno hará su numerito. Sarkozy dando la nota como siempre, y Zapatero apoyándole, tal y como está pactado. Se opondrán a ello ingleses y alemanes, celosos de salvaguardar sus competencias en las políticas económicas internas. Parece mentira, pero al final siempre son los europeos los que más discrepan de sí mismos. Británicos contra franceses y éstos contra germanos, italianos o españoles. La babel de Bruselas, liderada ahora por un checo anti-UE, es incapaz de fijar un solo punto interior de convergencia. Le gusta llevar sus discrepancias a los escenarios más sublimes. Bien está que España y Zapatero repitan como convidados en esta cumbre de la nada. El problema es que vamos como líderes en desempleo de los 20, y que en la última éramos ejemplo de sistema bancario para el mundo, y ahora tenemos los mismos problemas que los demás. O quizás mayores. Es lo que pasa cuando se dicen sin calibrar cosas de las que no tiene uno mucha idea.
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