Relación España/Venezuela
Efecto boomerang
El imitador de Maquiavelo debe de estar empezando a creer en la existencia del efecto boomerang por las malas acciones
En todos los ámbitos de la vida, en las relaciones familiares y también en las profesionales suele existir una ley no escrita que está asumida e interiorizada por quienes deben respetarla, por lo que no es necesario que esté redactada. Hace no demasiado tiempo, en el mundo de los medios de comunicación reinaba esa ley no escrita. Según la misma, durante los 15 días que dura una campaña electoral no debían publicarse presuntas y posibles corruptelas que afectasen a cualquiera de los partidos de la contienda. En más de una ocasión a lo largo de mi dilatada vida profesional he tenido que guardar informaciones relacionadas con asuntos turbios de algunas fuerzas políticas porque, según la norma no escrita, en esas circunstancias resultaba poco ético y menos estético jugar a favor de alguno de los competidores o, lo que es lo mismo, en contra de otro. En esta campaña electoral, la costumbre se ha perdido y no han sido los medios de comunicación quienes la han hecho desaparecer, sino algunos miembros de la Judicatura, la Fiscalía y la Policía, que han asombrado con una actuación partidista y alejada de la obligada imparcialidad, inherente a su manera de obrar. Y es que, inesperadamente, tres días antes de que diera comienzo la campaña, Garzón dio a conocer una presunta trama de corrupción que presentó vinculada al PP. Lanzó todo tipo de sospechas contra este partido y lo dejó indefenso al decretar el secreto del sumario, mientras un determinado grupo editorial recibía filtraciones del mismo. Con esta iniciativa, el PP quedaba atado de pies y manos y sin capacidad de maniobra. Si ponía la mano en el fuego por los presuntos chorizos desconociendo el contenido del sumario, malo porque podía errar; si no lo hacía, peor, porque era tanto como dar carta de naturaleza a las insinuaciones judiciales. Alguien, maquiavélicamente, ideó esta estrategia electoral en beneficio del PSOE ya que, por arte de magia (negra) hacía desaparecer de las portadas de los medios la dramática crisis que padecemos los españoles y la sustituía por la imagen de un centro derecha español plagado de corruptos. Pero el autor de este guión no lo tenía todo atado y bien atado y no contaba con los venenosos disparos del fuego amigo. Como en un sainete de Álvarez Quintero aparecieron en escena los incontrolados: el juez, el ministro, el policía judicial y la fiscal. Las fotografías de Garzón y Bermejo (cazador furtivo), contando cuántos «bambis» se habían cargado echó por tierra la estratagema del hábil manipulador anónimo. Tampoco ayudaron los despilfarros de nuevo rico de Pérez Touriño al adquirir un coche «carisísimo», decorar despachos impagables o comprar sillas disparatadamente caras… Y para colmo, esa imagen de Anxo Quintana, su socio en la Xunta, en la cubierta de un lujoso yate con un constructor al que había beneficiado con alguna que otra concesión. Como acto penúltimo, el encarcelamiento del alcalde socialista de Alcaucín, quien no podía haber hallado un lugar más típico para esconder el dinero que debajo del colchón, ni discurrido una excusa más recurrente para justificar su existencia que los ahorros de toda su vida. El imitador de Maquiavelo debe creer en la existencia del efecto boomerang por las malas acciones.
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