Roma
Ejemplo de vitalidad religiosa
El abrumador seguimiento popular del que gozan las expresiones religiosas tradicionales de la Semana Santa en España vuelve a demostrar en estos días, de forma incontestable, el arraigo y el peso que las creencias católicas tienen en la sociedad española. Como cada año, la entrega, la pasión y el fervor que manifiestan a lo largo de todo el territorio nacional los miles de cofrades, penitentes y hermanos que protagonizan estas celebraciones religiosas, así como la emotiva y contagiosa alegría de una gran mayoría de españoles que, dejando de lado sus inclinaciones políticas, llenan calles y templos en torno al misterio central de la fe en Jesucristo, constituyen el mejor reflejo de la vitalidad de una Iglesia que, al contrario de lo que se afirma desde determinados sectores, sí conecta con la sociedad en la que vive. Desde ayer y hasta el domingo de Resurrección, no habrá ciudad, pueblo o aldea en España que no celebre a su modo y estilo la Pasión de Jesús, tejiendo de esta manera un excepcional tapiz popular que no tiene comparación con ningún otro país de nuestro entorno más cercano. Es la forma que tiene nuestra sociedad desde hace siglos de expresar y perpetuar unas convicciones espirituales que la distinguen y que la ayudan también a fortalecerse en un mundo cada vez más global.Junto a ello, es necesario destacar cómo estas celebraciones constituyen la mejor forma que tienen los católicos españoles de escenificar su relevancia en un contexto político e ideológico no siempre favorable, en el que, desde determinados sectores de la izquierda, se acostumbra a relacionar la fe con lo antiguo, con un pasado de necesidad y de injusticia ya superado, al tiempo que se intenta inculcar en la población, y con especial interés y sectarismo entre los más jóvenes, la urgencia de empezar a construir un futuro en cuyo horizonte la ausencia de creencias y valores se traduzca en mayor modernidad y prosperidad. Pero lejos de conseguir su objetivo, esta retórica oportunista y manipuladora que abanderan los defensores del laicismo radical vuelve a chocar de bruces en estas fechas con la idiosincrasia de un país que no se avergüenza de sus raíces y que se rebela ante cualquier intento de expulsar el hecho religioso de la sociedad, ya sea a través de la implantación en las escuelas de una asignatura con un contenido claramente adoctrinador o ante las declaraciones de aquellos políticos que se creen con potestad para desautorizar o acallar la voz de la Iglesia en una materia de tanta trascendencia como el derecho a la vida. En este contexto, resulta especialmente esperanzadora la implicación y el compromiso que de manera creciente la juventud española viene demostrando con la Iglesia en los últimos tiempos. El mejor ejemplo de ello lo representan los miles de jóvenes madrileños que viajaron el pasado fin de semana a Roma para recoger de manos de Benedicto XVI la cruz que presidirá los actos de la Jornada Mundial de la Juventud que albergará la capital de España en 2011. Una cruz que será llevada en procesión hoy por las calles de Madrid y acogida en la Catedral de la Almudena, convirtiéndose así en testigo privilegiado del decidido empuje, los inquebrantables valores y la renovada vitalidad de la Iglesia. Por su parte, aquellos que, obstinados, insistan en cuestionar las creencias de la mayoría de los españoles con el fin de arrinconar lo católico y a los católicos, harían bien en presenciar una de las miles de procesiones que tienen lugar en el país. Se darán cuenta entonces de que no es precisamente la Iglesia la que sigue un camino distinto del de la sociedad.
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