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Celtic

El Barça llora el pase a cuartos

La Razón
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Lo que tenía que haber sido una noche plácida para el Barcelona se convirtió en una tragedia. El equipo de Rijkaard hizo lo que quiso con el Celtic, pero desde la media hora de juego el equipo escocés dejó de ser una preocupación. En ese minuto, Messi corría para buscar un pase de Zambrotta y, de repente, se paró. Algo raro había sucedido. Las manos del argentino fueron primero a la cabeza y después a la cara. Leo cayó al suelo y entonces sus manos tocaron la pierna izquierda. Otra vez lo mismo. Una sensación idéntica a la que sintió hace unos meses. Se volvió a a romper y, como ya sabía los síntomas, su reacción fue como la de un niño: lloró desconsolado mientras abandonaba el campo cojeando. Todos los compañeros fueron a arroparle. Etoo le dio un abrazo, pero nada podía detener las lágrimas de Messi. Entró en el vestuario con el rostro tapado y el primer diagnóstico fue el esperado: rotura del bíceps femoral de la pierna izquierda. Igual que en diciembre en Mestalla. Fue como una fotocopia porque de nuevo se lo hizo solo. Aquella rotura le tuvo parado un mes y medio. Hoy se hará las pruebas que definan cuántos centímetros tiene ésta: si es pequeña estará dos o tres semanas de baja, pero si es grande el tiempo de recuperación será más largo.

Cuando Messi se lesionó, el encuentro ya no tenía ningún interés competitivo. No lo tenía casi desde el principio y a los tres minutos el Barça ya ganaba por si había alguna duda. Volvió a marcar Xavi. El «6» le ha cogido el gusto a los goles y en el último mes va casi a tanto por partido. No se dedica sólo a organizar, ahora se incorpora al ataque y saca rendimiento. La jugada comenzó en Messi, animado, todavía no sabía lo que le esperaba, llegó a Xavi, que abrió a la izquierda para que Ronaldinho diera un pase sin mirar a Sylvinho. El veterano lateral centró y el propio Xavi se incorporó para rematar en una posición acrobática. Los jugadores del Celtic ni la olieron. Se sintieron inferiores desde el planteamiento inicial. Tenían que ganar y meter al menos dos goles, pero Strachan dejó en el banquillo a su atacante más productivo, McDonald. Sólo jugó con un delantero y pobló el centro del campo con cinco futbolistas.

El Barça se dedicó entonces a contemporizar y a evitar las entradas de los escoceses, duros, aunque ya tuvieran la eliminatoria imposible. Rijkaard no dio a Bojan la última oportunidad de ser el jugador más joven en marcar en «Champions». El Barça no aprendió del gol. Llegó por la banda, como casi todo el peligro cuando Sylvinho se animaba, pero los azulgrana se empeñaron en entrar por el centro, el camino más difícil aunque sólo sea por cantidad de jugadores por metro cuadrado.

La relajación, sólo animada por la actividad de Ronaldinho tras el descanso, se convirtió en preocupación cuando Messi cayó al suelo. Nunca una clasificación tan plácida había causado tanto dolor.