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El Camp Nou se engancha a Messi

La Razón
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Ronaldinho se lamentaba y maldecía. Golpeó al banquillo. Sí, al banquillo, donde empezó el partido, cuando Messi y Deco tuvieron la oportunidad de poner al Barcelona en ventaja. Es el papel que de momento debe asumir el brasileño, hasta que demuestre que está capacitado otra vez para algo (mucho) más. Le toca sufrir desde fuera con el chándal y el plumas puesto, salir a calentar después del descanso y jugar unos minutos. Le toca también disfrutar del nuevo ídolo, de Messi, el principal responsable de que el Barcelona eliminara al Villarreal. El «pulga» sólo necesitó tres minutos para montar la revolución. Llevaba un rato en el centro, aburrido, sin balón, y cambió su posición con Bojan para meterse a la derecha y encontrar espacio en dos jugadas consecutivas. En la primera Cygan le derribó: falta y tarjeta. Deco sacó y Henry remató de cabeza, y en fuera de juego, el 1-0. Después Cygan se lo volvió a llevar por delante. Otra amarilla, expulsión, toda la segunda parte con uno más, un camino cómodo hasta las semifinales.

Fue un final del primer tiempo apoteósico que no había vivido goles antes por culpa de Diego López. Como en la ida, el portero del Villarreal resolvió varias jugadas de peligro con reflejos, como si fuera balonmano, y con habilidad, volando a un tiro pegado al palo. Su actividad contrastaba con la tranquilidad de Valdés, que no tuvo trabajo. El Villarreal salió encogido y no le dio tiempo a estirarse porque cuando necesitaba hacerlo ya estaba con un hombre menos en el césped. También estaba sin Senna, que se lesionó nada más volver del descanso. La reestructuración de Pellegrini con la entrada de Josemi, Cazorla y Bruno no dio al «submarino» más capacidad ofensiva.

Antes de cambiar el partido Messi y Henry ya habían amenazado. El francés estuvo muy participativo por la izquierda, a su ritmo, que es más bajo que el de Messi. El argentino es un jugador individualista para bien y para mal. Él entiende el fútbol así. Necesita el balón junto a su pie e ir encontrando rivales para superarlos o para que le acaben derribando. Es raro verle soltar un balón a la primera, pero cuando le sale... Levanta al estadio y contagia a sus compañeros con sus regates y su verticalidad. Poco antes de ser expulsado Cygan ya le había sufrido, como Josico o Godín, Cani y Josemi, y todos en la misma jugada. Uno tras otro se quedaban atrás, «rotos» en el suelo o superados en velocidad, engañados e impotentes. Y sucedía una y otra vez. Messi se quedó varias veces al borde de lograr lo imposible, el gol del año, otra vez, como ya hizo en esta misma competición la pasada temporada contra el Getafe.

El gran partido de Messi eclipsó al resto de jugadores, como Iniesta, otra vez genial, el jugador más regular del equipo. Nunca falla. O como Puyol, que se marchó lesionado al descanso y deberá estar un tiempo de baja que hoy conocerá.

Sólo cuando Ronaldinho abandonó el banquillo para calentar el público reaccionó de forma similar. La afición le sigue aplaudiendo porque en su memoria todavía sigue vivo lo que hizo. Hay esperanza de que todo eso vuelva y se una a Messi. «Ronnie» entró cuando faltaban quince minutos en lugar de Bojan. El canterano se marchó con el deber cumplido. No estaba haciendo mucho, pero en su última jugada forzó un penalti, que en realidad no fue. Otro error de Mejuto. Diego López le había rebañado el balón y después, cabreado, paró la pena máxima a Messi. El Barcelona estuvo muy tranquilo. Debió acabar antes con el partido, pero no era el día del Villarreal. Era el de Messi.