Crisis económica
«El crimen organizado nuestro reto»
Detrás de cada fotografía que nos encontramos, de cada señor exhausto en las costas de Canarias, sin duda, y en un 95 por ciento, se esconde el crimen organizado asociado al tráfico de armas. A pesar de la afluencia a nuestras costas desde Canarias o Cádiz, los Pirineos siguen siendo la gran puerta de entrada.
El hecho de que existan movimientos migratorios es lícito, bien para huir o mejorar las condiciones de vida, pero en la última década de los 90 y principios de siglo han irrumpido organizaciones del crimen organizado que incluso, algunas de ellas, han cambiado de especialidad, porque los beneficios saltan a la vista.
Esta nueva forma de esclavitud se imprime sobre los sectores más vulnerables: la población inmigrante. Los menores son otro de los colectivos que entran en el mercado a través de la explotación sexual y laboral. Hay 246 millones de niños censados que se hallan en situación de explotación laboral y tampoco podemos olvidarnos de los que son utilizados en conflictos armados. También la mujer constituye otro de los colectivos más esclavizados.
El deseo de evolucionar de las poblaciones ha incrementado las organizaciones criminales de carácter transnacional, que mediante la motivación económica llevan a cabo labores de captación, esponsorización y traslado a las zonas proclives a ser receptores de esta mano de obra. El crimen organizado sólo tiene dos motivaciones: el beneficio económico y la obtención de poder, con el fin de insertarse en diferentes capas políticas y administrativas.
Las penas señaladas en los diferentes códigos penales de la UE por dichos delitos son completamente inferiores a las fijadas por el tráfico de estupefacientes o de armas. Con lo cual, si ponemos en una balanza el beneficio obtenido y el riesgo que corro, renta más, porque el beneficio es el mismo y las penas inferiores.
Otro de los problemas al que nos enfrentamos es la dificultad que existe para desarticular estas organizaciones, ya que, evidentemente, los capos residen en los países exportadores y no son países en donde las instituciones funcionen excesivamente bien. Por ejemplo, y sin ánimo de que nadie se sienta ofendido, la rigurosidad institucional de Mauritania no es la misma que la de aquí. Además, los capos están establecidos en las zonas de origen donde en muchas ocasiones esta tipología delictiva no está recogida, con lo cual no está penada. En otros casos los mafiosos, si no tienen el favorecimiento, por lo menos tienen la comprensión de determinadas autoridades locales.
La escasa o nula colaboración de las víctimas debido al miedo que sienten a denunciar es otra de las dificultades a la que nos enfrentamos para poder terminar con estas organizaciones criminales, porque en muchas ocasiones sus familias son rehenes en sus puntos de origen y están sometidos a tremendas deudas.
No nos engañemos. No hay ningún ánimo de favorecer el mercado laboral, sino que lo único que subyace es un interés económico y para ello no paran en recursos y tienen una jerarquía perfectamente estructurada. Sin duda, la inmigración en su vertiente ilegal tutelada por los grupos de crimen organizado es el gran reto que tenemos en el Cuerpo Nacional de Policía para las próximas décadas. Existe una obligación moral y jurídica por parte de los países receptores para, sobre todo, adecuarnos de una forma ágil y rigurosa a la cambiante situación jurídica, de modo que no tardemos cinco años en hacer frente al marco jurídico.
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