Enfermedades

EL DIAGNÓSTICO por Paloma Pedrero

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Los padres de niños hiperactivos (TDAH), a raíz de mi último artículo en estas páginas, me piden que profundice, que no deje que las autoridades sanitarias y educativas se olviden de esta enfermedad tan desamparada. Olvidar yo no puedo, pues como comprenderán, soy madre de una hermosura con este trastorno, y vivo día a día y minuto a minuto con ello. Es difícil, ciertamente, encerrar en trescientas palabras, un universo tan complejo y desolado. Pero, si me lo permite el director de esta magnifico suplemento de salud, J.A Vera, dedicaré las columnas que sean necesarias a explicar y concienciar a la tribu sobre una anomalía que extrañamente ataca cada día a más niños, y que tenemos que atajar con la misma urgencia que otras pandemias más puntuales. Pero, ¿por qué hay cada día más críos con el déficit de atención con o sin hiperactividad? No soy neuróloga ni psiquiatra, pero sí me he formado en psicología y observación, y me atreve o afirmar que nuestro delirante modo de vida en las grandes ciudades desarrolladas no es bueno para las criaturas. Independientemente del factor genético, que parece influyente, no es verosímil que naciendo cada vez menos niños, haya en los países ricos cada vez más TDAH. Y ahí entramos en la primera cuestión: el diagnostico. No existe prueba o análisis objetivo que nos dé un diagnostico fiable. A los niños movidos, con problemas de atención y de conducta, se les diagnostica a base de test psicológicos, una vez que se descartan lesiones neurológicas. Estos test, que se realizan a padres y profesores, más la entrevista con el chaval, van a determinar si padece o no el trastorno. Lo último que está ocurriendo, nueva tendencia, es que ciertos especialistas ponen en duda diagnósticos hechos por otros, sumiendo a los padres en la confusión más absoluta. ¿Es o no hiperactivo? ¿Es el medio y la educación la causa? Lo vemos en la próxima.