Teherán

El león acorralado

La Razón
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El severo castigo infligido durante esta semana a las infraestructuras administrativas y logísticas de Hamas en Gaza por parte de las fuerzas aéreas israelíes no es un incidente más en el interminable conflicto que desgarra el Próximo Oriente desde hace más de medio siglo. El Estado de Israel se encuentra en un momento de su historia de especial trascendencia que recuerda en muchos aspectos la situación que cuarenta años atrás desencadenó la terrible Guerra de los Seis Días. Al igual que entonces, cuando la alianza militar entre Egipto, Jordania y Siria movilizó un ejército formidable que se disponía a atacar a Israel en todas sus fronteras con la proclamada intención de destruirlo por completo y para siempre, hoy la nación judía se siente en peligro inminente de sufrir una agresión definitiva. La beligerancia de los brazos armados del fundamentalismo chíita que anida en Teherán, Hezbollah en el norte y Hamas en el sur, el odio demente del régimen de los ayatolas iraníes, a punto de equiparse con armas nucleares, el declive del apoyo occidental, la difuminación progresiva del recuerdo del Holocausto, el rápido crecimiento demográfico y la hostilidad manifiesta de la minoría árabe que vive en Israel, y el fortalecimiento de los países musulmanes, dibujan un cuadro tan amenazador que no permite la pasividad a las elites políticas y militares de Tel Aviv. Además, la paciencia tiene un límite y sería absurdo esperar que Israel soportase impávido los continuos lanzamientos de misiles desde Gaza contra sus núcleos urbanos, ataques mantenidos incluso durante la última y agitada tregua, unilateralmente rota, por cierto, por Hamas. Aunque una invasión terrestre de Gaza para liquidar por completo a Hamas y recuperar el control de ese territorio es impensable a corto plazo por los riesgos que comporta y por la insostenible tensión internacional que generaría, nada es descartable según evolucionen los acontecimientos. El león acorralado suelta los zarpazos más mortíferos y no entra en sus costumbres dejarse aniquilar sin luchar con indomable coraje hasta el último aliento.