Libros

Libros

El libro digital ya

Es un milagro de la vida y de la evolución humana

El libro digital, ya
El libro digital, yalarazon

Pues, sí: las editoriales no podrán desdeñar, en beneficio propio, la versión digital de cuanto se publique. La era digital equivale en importancia a la invención de la imprenta. Ya es inmensa la cantidad de escritores y periodistas que no abandonan el ordenador, por románticos y filosóficos, fantásticos y razonables que sean sus respectivos idearios. No deja de sorprenderme y admirarme un poco que algunos compañeros y compañeras de letras abominen del ordenador, como de una ordinariez que le quita sublimidad y pureza al hecho de escribir. ¡Cuánto dice esto, también, sobre el carácter de la persona escribiente por vocación! La escritura para ellos es esa constante sangría venosa de la pluma y el pulso de la mano creadora. Lo contrario le resta intimidad.

No me burlo yo de eso, me parece muy bien. El escritor, sus fichas, sus cuadernos de notas, su papeleo, su posibilidad de escribir casi a tientas y en cualquier lugar, en la cama, tendido en la arena, en una celda, viajando en tren, a la luz que manda la circunstancia, lo mismo al sol, que con el socorro de una vela. Sintiendo el subjetivo privilegio de escribir como don Francisco de Quevedo o como doña Concepción Arenal; como Rimbaud debajo de un árbol o Santa Teresa entre pucheros y, en último término, como Bogart en una película de espías. Todo eso es muy literario, pura evocación teñida de elegante melancolía. Parapetarse en esa forma epigonal de sentirse escritor puede resultar un tanto amanerada y manierista.

Pero así lo hice yo, hasta descubrir las infinitas ventajas del ordenador; cuando, para ponerme en limpio, tenía que descifrar mi propia letra, lo bien o lo mal tachado en la página, los añadidos al margen o entre líneas y, por necesidad y obligación, pasarlo a máquina, lo mejor posible, pues ya no se admiten manuscritos para publicar, ni lo admite la nueva maquinaria. La electrónica me lo ha facilitado todo como escritor, me ha desbrozado la escritura de telarañas y estropajos gráficos, y me ha «puesto en limpio», simultáneamente –y en clarísimos caracteres– al hecho de escribir. Me ha hecho aborrecible la máquina chapucera, en la que no se podía borrar, ni cambiar o trastocar vocablos, en la que no se podía modelar la prosa con la limpieza deseada. Tan romántica, estimulante e inspiradora les parece a estos escritores la vieja máquina de escribir como la estilográfica o la pluma de ave. Bueno, esto es cosa suya, no hay que discutir.

Igualmente la electrónica me ha servido para leer mejor, ampliando a voluntad el tipo de letra, acomodándola a mi placer. Y me ha hecho lamentar cuánta capacidad visual he perdido leyendo grandes y necesarios libros, impresos en patas de mosca, para ahorrar en espacio y papel. La electrónica ha beneficiado hasta mi salud de escritor y lector, ha facilitado mi inspiración, y me ha vuelto expedito lo que, antes, era un trabajo abrumador. Me he dejado absorber por el futuro con delectación y soñado con lo que antes era un imposible: llevar consigo una biblioteca que tan sólo es una suerte de maletín o volumen in folio o in cuarto. Si no es romántico, intimista, subjetivista, egoísta y selecto, es de «ciencia-ficción», un ideal hecho realidad, que dominará, revitalizándolo, el negocio editorial. ¿Calculan ustedes la ventaja de poseer y desplazarse individualmente con una imprenta y una biblioteca debajo del brazo? Para el profesional, como para el no profesional, esa lámpara de Aladino es algo de agradecer infinitamente, como un milagro de la vida y de la evolución humana. Nada se pensaba que superase las fronteras de Guttenberg, pero esa superación la realiza la difusión digital del pensamiento y la creatividad.

En el área de las grandes conquistas humanas, no hay forma de volver atrás, no puede prescindirse de esa ventaja, que eleva infinitamente la calidad y el nivel de vida. Cualquier resistencia profesional es mirada con la tolerancia que merece todo aquello que ha de pasar, como todo pasa y se renueva en esta vida, tan digna de vivir en todo momento.

Francisco Nieva

De la Real Academia Española