Nueva York
El «regalo» de Obama a Brown
LONDRES- La jugada no le ha podido salir peor. Gordon Brown estaba como un niño con zapatos nuevos cuando supo que se convertiría en el primer líder europeo en pisar la Casa Blanca. Sin embargo, lejos de subir su caché político, la visita no ha hecho otra cosa que hundir aún más su ya devastada popularidad. El presidente de Estados Unidos, dotado de un don especial para hablar ante la Prensa, remarcó lo «especial» y «cercana» que era la relación entre los dos países. Brown, sin ningún tipo de habilidad para las relaciones sociales, intentó aparentar amiguismos llamando al que fuera candidato demócrata por su nombre de pila. Pero en los detalles importantes, el «premier» no fue tratado como un invitado de primera. Ni en el ámbito personal ni el político el viaje dejó atisbo de complicidad o de muestras que confirmaran que Reino Unido sigue siendo el «aliado favorito». Cierto es que el «premier» tuvo el privilegio de hablar en el Congreso, pero no era eso lo que le importaba. Lo que Brown perseguía era la foto conjunta de la rueda de prensa en los jardines de la Casa Blanca, la que tiene lugar con las visitas de categoría. Pero la estampa no se produjo. Y no fue por culpa de la larga reunión de los mandatarios, ya que ésta fue más bien breve debido a que Obama había quedado ese mismo día con el presidente de la asociación de boy-scouts. Tristes regalos Por si eso no fuera significativo, el momento de los regalos no pudo ir peor. Brown trajo desde Londres un portalápices hecho con la madera del barco victoriano anti-esclavista HMS Gannet y una primera edición de una biografía de siete volúmenes de Winston Churchill escrita por Sir Martin Gilbert. Obama le despachó con una caja de 25 películas clásicas norteamericanas entre las que, para más inri, se encontraban algunas dedicadas a la Gran Depresión. «Un regalo tan emotivo como un par de calcetines», se mofó la prensa británica. Los detalles para los niños no ayudaron. Los Brown llevaron a Sasha y Malia ropa de Topshop, que acaba de inaugurar su primera tienda en Nueva York, y seis libros infantiles de autores británicos que en breve se publicará en América. Todo muy pensado. Los pequeños del «premier» se tuvieron que conformar un kit del helicóptero oficial del presidente, valorado en 25 dólares. A Obama le faltó tiempo para agradecer en público los presentes. Brown, por su parte, obvió comentarios. Al fin y al cabo los DVD eran la metáfora de su desastroso paso por Washington. En definitiva, Brown iba para contagiarse de la llama del presidente, pero sólo ha conseguido quemarse.
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