Literatura

España

Elogio y defensa de la libertad

Juan Marsé se convierte en el primer escritor catalán en recibir el Cervantes

La Razón
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Como se esperaba, el discurso de Juan Marsé tras recibir el Premio Cervantes 2008 no decepcionó. El primer catalán que recibe este galardón realizó una serena defensa de la libertad lingüística, desde su experiencia vital y creativa, impregnada de sentido común. Su visión integradora, y por lo tanto nunca excluyente, quedó subrayada en varias frases que invitan a la reflexión para los que están haciendo de una lengua una trinchera. Marsé se refirió a la dualidad cultural lingüística que, como él, muchos catalanes viven con naturalidad, y a cómo ésta se puede convertir en un elemento de discriminación y marginación en vez de ser un elemento enriquecedor. «Nunca vi nada anormal en ser un catalán que escribe en lengua castellana, aunque hay quien piensa que se trata de una anomalía, un desacuerdo entre lo que soy y lo que represento», confesó ante el auditorio. De este modo, el autor de «Últimas tardes con Teresa» y «El amante bilingüe», expresó con tino el desajuste, cuando no el enfrentamiento, que han impuesto de forma artificial los sectores más radicales y que ha creado fisuras innecesarias en la sociedad catalana. Así, Marsé expresó sus principios y convicciones, como creador y como ciudadano, y reivindicó la libertad de elección como un derecho que nunca debe ser programado o dirigido desde algunos sectores del poder o de la sociedad. Esta actitud ética y vital le ha costado la indiferencia, cuando no la marginación y discriminación, por parte de los sectores nacionalistas, que le han ninguneado desde las instituciones que controlan y han cuestionado su identidad como catalán por no escribir en ese idioma. Con su testimonio, que trasciende a la creación literaria, Marsé se erigió en el amplificador de un conflicto interesado y partidista que viven numerosos catalanes por reivindicar su derecho a elegir la lengua en la que tienen que ser educados sus hijos. Y nadie mejor para expresarlo que él. Le sobra autoridad moral y vital, puesto que, en su infancia, también experimentó la imposición de estudiar sólo es castellano, en una suerte de inmersión lingüística que ahora se reproduce a la inversa. Ni antes ni ahora, las imposiciones hacen sociedades más cohesionadas. Por otro lado, con la entrega del Premio Cervantes a Marsé como acto central, ayer se celebró el Día del Libro en un clima de razonable y más que justificado optimismo. Sin caer en la euforia, al sector editorial le sobraron argumentos para felicitarse, puesto que esta industria está resistiendo los vaivenes de la crisis económica. Con 86.330 libros editados en 2008, la Federación de Gremios y Editores prevé que se cerrará la facturación del año con un incremento de entre el 1,5 y el 2%. Y los primeros datos de 2009 no son desalentadores, a pesar de que en el primer trimestre haya caído la facturación 2,6 puntos con respecto a 2008. La causa no es otra que la adecuación de las editoriales a la realidad de sus lectores. Así, se han incrementado las ediciones de bolsillo, haciendo el producto más accesible económicamente. Lo cierto es que con dificultades –la distribución sigue siendo un tema pendiente del sector editorial– el libro goza de buena salud en España. Y los autores españoles son una pieza fundamental para entender cómo se está sorteando la crisis. Buena prueba es la ascendencia que tienen entre los lectores, que rápidamente los convierten en un éxito de ventas. Esa identificación entre el creador y el lector –de la que Marsé es un gran exponente– sería más que deseable en otros ámbitos culturales.