Comunidad de Madrid

Esperanza contra Smiley

La Razón
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Esta semana hubo Esperanza contra Smiley. Ningún político de ningún partido lo ha calificado nunca como lo hizo la presidenta de la Comunidad de Madrid: «sindicalista retrógrado piquetero». Los socialistas, en vez de pensar, embistieron con sus clásicos topicazos, solemnes mentiras y bochornosos victimismos, sin disimular el odio que abrigan hacia una política que no sólo les gana en votos sino que se ríe a carcajadas de la supuesta superioridad moral e intelectual de la izquierda. Esperanza Aguirre, después de pensar, pidió disculpas, y con razón porque se había equivocado. Inasequible al desaliento en su vocación de servicio al público, esta columna explica en exclusiva el triple error de la presidenta madrileña. Primero: Smiley no es un sindicalista. No lo es por dos motivos: porque los sindicatos se definen como organizaciones libres de los trabajadores y por lo tanto, dado que en su aplastante mayoría los trabajadores desde hace años no se afilian a los sindicatos, resulta que hoy ni los sindicalistas son sindicalistas; y además, ahora puede parecer Smiley plegado al lobby de Méndez/Toxo y compañía, pero mañana todo puede cambiar si así lo aconseja el objetivo principal: el poder. Segundo: un retrógrado es un partidario de instituciones políticas o sociales propias de tiempos pasados, y Smiley no es así. En su aversión a la libertad y la responsabilidad individual, y a todas las instituciones a ellas asociadas, es tan moderno como cualquiera. Tercero: tampoco está claro que Smiley sea un piquetero. El DRAE trae esta deliciosa, antigua, y bastante inútil definición: «Muchacho que llevaba de una parte a otra las piquetas a los trabajadores de las minas». Pero incluso si recurrimos a la acepción actual de grupo que presiona violentamente para imponer conductas en una huelga, tampoco se ajusta a la acción del líder preclaro, que sospecho quería la amable foto del demagógico y oneroso diálogo social, e intentará conseguirla en el futuro.