Hollywood
Esto no es Hollywood
mpieza la cuesta de enero con el mundo descolocado, buscando su medida, ya sea por lo alto o por lo bajo, por lo largo o por lo estrecho, por lo corto o por lo ancho. Supongo que en época de vacas flacas siempre hay tiempo de reclamar ubres llenas donde mamar para saciar la angustia que nos dan las deudas y esta mala vida que nos da la sociedad del bienestar. A mí lo que más me gusta es que ya nadie se conforma con el chocolate del loro de las rebajas para camuflar el palo y tentetieso de la subida del precio de la existencia en toda su sustancia y complementos, porque la gente ve por ahí la tele, los espectáculos, los anuncios, las promesas, los paraísos... y claro, quiere más. Pongamos que existe un sueño, por ejemplo, montarse en el dólar y que esto es Hollywood. Pues no, queridos míos, porque resulta que hasta los que se inventan la Meca de los sueños, sus fastos y sus trastos, resulta que no pueden sobrevivir sin nadie que les escriba. De ahí que nos encontremos de pronto con una huelga de guionistas que ha pinchado la ceremonia de los Globos De Oro hasta convertir la gala de los premios en una triste rueda de prensa. Con el apoyo de los actores, desde Tim Robbins a Bruce Willis y Javier Bardem, entre otros. Porque al fin y al cabo, ¿qué es un actor sin texto? En Hollywood, la clase obrera de la tecla deja paralizado al mundo del espectáculo por un quítame unas millonadas en derechos de reproducción. Imagino qué pasaría si ocurriera aquí lo mismo, si los guionistas dejaran en manos de la improvisación a los artistas de método, a los locutores estrella o a los políticos de alto rango. ¡Menudo problema, tener que devolverlos a su simple naturaleza!
El hombre elefante
De cualquier manera, se supone que todo el mundo tiene un alma y algo que contar, más allá de la cara con la que se exprese o las palabras que elija o le dicten. Pienso ahora en el hombre elefante, Joseph Merrick, ése hombre con el rostro deformado al que mostraban por los circos en tiempos pasados y al que hizo un homenaje David Lynch con John Hurt en el cine y David Bowie en el teatro. El nuevo es un señor llamado Huang Chuncal, cuyo rostro podría parecer un monumento al cine «gore» en vida, con una cabeza semejante a veinte kilos de pesadillas, al que sin embargo tratan con humanidad sin miedo al monstruo. No huelga guión para entender su drama. A pesar de que la extrema fealdad sea más atractiva que la de tanta gente vendiendo su alma al demonio del bisturí en búsqueda de una falsa belleza. Sólo tienen que mirar ustedes a su alrededor.
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