Presidencia del Gobierno
Falso esfuerzo de unidad
MADRID- Frialdad institucional en el Palacio; tensión y división, en la calle. Es el XXIX aniversario de la Constitución española, y el Congreso celebra la tradicional recepción, este año sin cóctel posterior por motivos obvios. ETA acaba de asesinar a dos guardias civiles en Francia, y la democracia está de luto. Los políticos hacen el enésimo intento de unidad en esta Legislatura convulsa de disensos y rupturas. Los presidentes del Congreso y el Senado reciben a los invitados a las puertas de palacio.
El Gobierno en pleno acude a la cita, y decenas de ciudadanos le abuchean cuando llegan a la Carrera de San Jerónimo. Lo hacen con Blanco, con López Garrido, con Montilla, con Rubalcaba, con De la Vega, con Bermejo, con Moratinos..., y con el presidente del Gobierno, que acude junto a su esposa, Sonsoles Espinosa. La oposición, con Rajoy a la cabeza, es recibida con aplausos. A un lado de la calle, hay pancartas en apoyo de las víctimas del terrorismo y a favor de la ilegalización de ANV y el PCTV; algunas banderas, carteles que identifican a los congregados «víctimas de ETA. Justicia y Dignidad»...
De ese sector surgen los abucheos y los pitidos a todo socialista que baja del coche oficial. Del otro, ciudadanos compensan el griterío con aplausos a Esperanza Aguirre y a Gallardón. Los gritos, que incluyeron el «Zapatero, dimisión», se hacen más y más intensos. Así que el presidente de la Cámara, Manuel Marín, cambia de planes y decide que el minuto de silencio que se iba a celebrar, tras su dicurso, en la escalinata de los leones en recuerdo de los dos guardias civiles asesinados, tenga lugar dentro del Palacio, en el Salón delos Pasos Perdidos.
El respeto de las opiniones
Zapatero no quiere corrillos con los periodistas, y decide realizar una declaración institucional en el Salón de Ministros. Mientras habla, el griterio de la calle se escucha desde dentro, pero el presidente enfatiza que «la inmensa mayoría de la población, el 99,9 por ciento, expresa sus ideas con respeto». Su impresión es que «los que descalifican son una minoría, la mayoría convive, pero yo respeto todas las opiniones, incluso las más duras». Luego, manifiesta su compromiso de hacer todo lo que esté en su mano por el «entendimiento sincero», aunque reconoce que «llevará su tiempo» porque las distancias han sido muy fuertes y el apoyo no puede conseguirse «de la noche a la mañana». No basta, apostilla, con «un canto a la unidad, los cimientos han de estar bien anclados».
De momento, desvela que en los últimos días ha hablado en tres ocasiones por teléfono con Rajoy; la última, el miércoles por la noche. Pero su voluntad es que «no nos marquemos citas», sino que éstas se desenvuelvan de manera natural. Es la enésima vez que, a preguntas de los periodistas, el presidente aclara que su voluntad es «luchar contra ETA», y que los hechos contra la banda asesina son «indiscutibles».
¿Y qué pasa con ANV? Zapatero no fija plazos ni fechas, pero sí dice que la situación de este partido tras los asesinatos es «mucho más frágil hoy que ayer». ¿Cuánto falta? «Lo que dé de sí la tarea de la Policía, la Guardia Civil y la Fiscalía. Dejemos que los trámites sean respetados».
Los reproches de Marín
Zapatero habla después de escuchar con atención el discurso del presidente del Congreso. Marín ha hecho una alocución más política que institucional el día de la Constitución. Ha dicho lo que lleva cuatro años queriendo decir y hasta ayer no ha dicho. Esto es, que «no se puede repetir una Legislatura tan dura y tan ruda» como la que acaba.
El jefe de Gobierno califica de atinadas las palabras. Marín reclama a los políticos que «dejen de acumular reproches» y retomen el consenso y el sentido del límite que se cultivaron en la Transición, y que fueron cruciales para el alumbramiento de la Carta Magna. Estos cuatro años le han llevado a la conclusión de que «en política hay que trabajar de otra forma y con otras maneras. La presión sobre la opinión pública nos tiene que llevar a unos y a otros, a pesar de las diferencias y los momentos, a intentar el entendimiento otra vez sobre los temas básicos. Tenemos que volver a la política con mayúsculas, hay que volver a volar alto. Ha llegado el momento de abrir la puerta a la grandeza, así será posible». Hacía tiempo que no estaba tan acertado.
Los mantras del presidente
Consenso y unidad fueron, pues, los dos nuevos mantras electorales del presidente del Gobierno para afrontar la recta final de su primer mandato. Pero el jefe de la oposición, que lleva toda la Legislatura reivindicando precisamente la recuperación de los consensos nacionales entre los dos principales partidos, parece que no se fía del objetivo y del contenido de esa llamada a la unidad por parte de Zapatero. Dos días después de la concentración contra ETA, el líder del PP dejó ya ayer entrever sus recelos hacia esa fotografía de todos los partidos compartiendo la pancarta por la «derrota» de ETA que él ha sostenido solo durante el «proceso de paz».
Rajoy llegó a la Cámara Baja sin intención de dirigirse a la Prensa, en señal de respeto hacia la víctima de los etarras. Sin embargo, la ofensiva declarativa del Gobierno, con intervención incluida del propio presidente, le obligó a improvisar una comparecencia escoltado por Eduardo Zaplana: evitó el cuerpo a cuerpo con Zapatero y se cuidó de no aparecer como el que rompe la baraja en estos momentos en los que en el teatro de la política manda la escena de la unidad, aunque su mensaje estuvo presidido por el escepticismo, y para construirlo utilizó un lenguaje muy distinto del que había empleado el jefe del Ejecutivo. Una y otra vez habló de la derrota de ETA o de no volver a negociar, después de que Zapatero ni siquiera hubiera asumido el compromiso de no abrir una nueva negociación con la banda etarra si se dan las circunstancias.
«Nunca me he negado a una entrevista con el presidente del Gobierno y le he ofrecido consenso hasta la saciedad, pero si se me llama para ir contra la Nación española o para negociar con ETA, mi obligación es defender mis principios», señaló, sobre la posibilidad de acudir a La Moncloa si se le requería. «Soy partidario de un consenso lo más amplio posible, pero no se protege a la mayoría cuando uno de los grandes partidos nacionales pacta con las minorias el futuro de España».
Rectificar decisiones
Por lo tanto, apoyo al Gobierno para la derrota de ETA, y apoyo para no volver a negociar. El hastío por no saber lo que pretende el Gobierno, según explicó después, quedó reflejado en una de sus afirmaciones finales que dio lugar a cierta confusión. «No se puede negociar con ETA, a mí me gustaría escucharlo, pero no lo voy a exigir. Yo sí me voy a comprometer ante los españoles a no hacerlo», puntualizó. Rajoy, en cualquier caso, considera que la unidad con el líder del PSOE requiere que éste asuma que no se puede volver a abrir la negociación con los terroristas y rectifique decisiones como la de que Batasuna vuelva a las instituciones a través de ANV.
Rajoy también enfrió la imagen de diálogo fluido con el presidente del Gobierno que éste había dibujado poco antes. Zapatero se había ufanado de haber hablado tres veces en los últimos días con el líder del PP, la última, el miércoles. Pero el popular aclaró que esa llamada telefónica, para informarle de la detención de dos etarras que participaron en el atentado, se produjo a las nueve y media de la noche, ocho horas después de que se conociese la noticia y cuando ya había hecho incluso declaraciones valorándola. Al parecer, ayer los dos se saludaron, pero no quedó constancia gráfica del apretón de manos.
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