Galicia
Gallegos y vascos
Nos interesan los comicios de ayer porque lo que les ocurra a un vasco o a un gallego me afecta a mí
Dice el psiquiatra Enrique Rojas que, para ser feliz, hay que tener buena salud y mala memoria. Pobres de aquellos a quienes les ocurre todo lo contrario: que andan achacosos y que se han instalado en el pasado. En este mundo tiene que haber «gente pa tó», que decía un torero sentencioso (¿Belmonte, el Guerra, el Gallo, o los tres a la vez?) cuando le presentaron a don José Ortega y Gasset, filósofo. Escribo cuando la jornada electoral en Galicia y en el País Vasco llega a su ecuador, y cuando faltan aún unas horas para que se cierren las urnas y se inicie el recuento de las papeletas. La buena salud (democrática) la doy por más asentada en la tierra de Rosalía y de Cunqueiro, donde se cultiva un sano escepticismo nada amigo de sobresaltos, que en el País Vasco: allí donde votar en libertad es un acto heroico y donde el club de los del mazo ha suscitado una reflexión ética y legal. Al menos, en Pontevedra dices que hay que optar entre iluminados, chorizos, demócratas, celtas, dinosaurios y meigas, y nadie celebra la ocurrencia con un tiro en la nuca. No sé ahora mismo cómo han quedado los mapas parlamentarios en Galicia y Euskadi, y hacer conjeturas en la tarde es suicida. La solución, mañana (hoy para usted, amigo lector). Doy por hecho lo de la buena salud para una mayoría de electores y elegibles, aunque lo de la mala memoria es otra cosa. Dice un amigo mío que la memoria es la inteligencia de los tontos, y que en todos los pueblos hay un tipo, entrañable en su marginalidad, que es incapaz de relacionar la llegada de las cigüeñas con la primavera, pero que se sabe de memoria el santoral, la lista de los reyes godos, y los afluentes, a derecha e izquierda, del Tajo o del Duero. No sé si, en las elecciones gallegas y vascas, se han impuesto los de la buena salud o los de la buena memoria, aunque nadie debe ser tan estúpido como para aspirar a la felicidad. De todas formas, a los españoles de las restantes autonomías, de las otras quince Españas, nos interesan los comicios de ayer porque, a pesar de tantas cosas, lo que les ocurra a un vasco o a un gallego también me afecta a mí, aunque sea por puro instinto de supervivencia.
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