Historia

París

Hasta siempre Carlos

Somos muchos los que lo echaremos de menos por su lucidez, por su inteligencia, por su honradez intelectual y por tantos recuerdos

La Razón
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Recuerdo a Carlos Semprún Maura como si ahora mismo lo tuviera delante. Había venido a Madrid a presentar un libro de memorias y recaló en mi programa de radio para una entrevista. Era ya octogenario y, lógicamente, presentaba un aspecto de fragilidad acentuado por el bastón en el que se apoyaba para caminar y también por esa forma un tanto desaliñada en que incurren algunos sabedores de que la apariencia física es menos importante de lo que se cree durante demasiado tiempo. Pero lo que más llamaba la atención era su mirada. Sus ojos despedían una mezcla de agudeza proverbial, de viveza propia de los niños avispados e incluso traviesos, y de la curiosidad que sólo poseen los que siguen siendo jóvenes de corazón. Durante aquellos minutos, charlamos de la manera en que había pasado de la militancia en el Partido comunista a un desengaño provocado por la invasión de Hungría por los tanques soviéticos y como luego, paso a paso, se había ido desvinculando de la izquierda hasta aterrizar en el liberalismo y en una defensa convencida del sistema capitalista. No renegaba de su pasado antifranquista –de hecho, seguía siendo antifranquista– pero su opinión de sus compañeros de lucha clandestina distaba mucho de ser melíflua con toda seguridad porque los conocía de primera mano y sabía que nunca habían pensado implantar un régimen democrático en España sino pasar de la dictadura de Franco a otra de signo socialista. Por supuesto, había dejado atrás el culto a los iconos de la izquierda española. En aquella entrevista, me contó, por ejemplo, cómo Santiago Carrillo era el responsable directo del genocidio de Paracuellos y así se lo reconocía a los comunistas españoles en París. «Tampoco es que presumiera de ello», me dijo Carlos, «decía que era la guerra y que tenía que hacerlo». También me señaló cómo su hermano Jorge, antiguo miembro del Comité central del PCE y posterior ministro de Felipe González, había sobrevivido en el campo de concentración de Buchenwald mediante el sencillo expediente de convertirse en un kapo al servicio de las SS. Pero tampoco esto lo comentaba con acritud Carlos. Se limitaba a señalar una realidad histórica ocultada vez tras vez y es que buena parte de los campos de concentración del infierno hitleriano eran controlados en el interior por los reclusos comunistas que decidían quiénes iban a sobrevivir y quiénes morirían por no ser seguidores ni de Hitler ni de Stalin. A diferencia de tanto progre actual que pasó la dictadura de Franco beneficiándose de la influencia del Opus Dei o de la Falange (y podría citarlos por docenas entre los paniaguados del PSOE y del nacionalismo catalán), Carlos Semprún Maura combatió aquella dictadura por coherencia ideológica para luego denunciar las incoherencias de una izquierda proclive a atacar a Estados Unidos y a Israel, pero más que dispuesta a condonar las atrocidades de la Unión Soviética, de la China de Mao, de los jemeres rojos, de la Cuba de Castro y en las últimas décadas de cualquier forma de terrorismo. Se fue esta semana a causa de un ataque cardíaco y somos muchos los que lo echaremos de menos por su lucidez, por su inteligencia, por su honradez intelectual y por tantos recuerdos –verdadera memoria y no la que pretende implantar ZP– que con él se desvanecerán poco a poco. Hasta siempre, Carlos.