Enfermedades
Hasta un año transcurre entre la primera crisis y el diagnóstico de la epilepsia
La epilepsia, uno de los trastornos neurológicos más comúnes, afecta a 400.000 personas en nuestro país, donde se diagnostican una media de 20.000 nuevos casos cada año. El tratamiento correcto se retrasa hasta un año entre un 60 y un 90 por ciento de las personas con epilepsia, muchas veces causado por el gran estigma social de esta enfermedad y la falta de recursos apropiados. Esta patología se trata de un desorden neurológico común que provoca con frecuencia la alteración de la actividad normal de las neuronas. El tiempo medio que transcurre entre la primera crisis epiléptica y el diagnóstico de la enfermedad se sitúa en doce meses, según el último estudio presentado. «Hay que diagnosticar las crisis cuánto antes, aunque esto no sea fácil», afirma Antonio Gil-Nagel, del programa de epilepsia del Hospital Ruber Internacional, de Madrid. «El período hasta el diagnóstico se alarga en los casos que los pacientes acuden tras un primer episodio a los servicios de urgencia, al médico de familia o al cardiólogo», afirma Gil-Nagel.
ALTERACIONESLos cambios neurológicos desencadenan en el paciente sensaciones, emociones y comportamientos extraños como convulsiones, espasmos musculares o pérdida momentánea de la consciencia, entre otros. Estos indicadores son los que deben alertar y llevar al paciente a buscar la correcta asistencia médica. Según el estudio Epilive, impulsado por la compañía Ucb Pharma, aproximadamente el 65 por ciento de los casos de primera crisis epiléptica han sido atendidos por los servicios de urgencia. «Cuando se produce un acceso precoz a la consulta especializada en neurología, se adelanta el diagnóstico y se acelera el inicio del tratamiento correspondiente a cada paciente», reconoce Gil-Nagel. Por tanto este hecho, del retraso a la visita al neurólogo, junto con un primer diagnóstico erróneo son los factores principales que retrasan la atención terapéutica correcta. Una enfermedad que incrementa entre dos y tres veces las posibilidades de muerte en comparación con el resto de la población.
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