Crítica de libros

Héroes y víctimas

La Razón
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Hay días en los que a pesar de la adversidad, uno se siente orgulloso de pertenecer a una sociedad y ayer ha sido un día de esos. Hemos vuelto a sentir el zarpazo de los criminales, de unos absurdos y paletos delincuentes, que le ha costado la vida a un excelente servidor público. Esta vez han elegido a un funcionario destacado por su denodado trabajo, precisamente dirigido a combatirles. Han vuelto a causar dolor, han vuelto a abrir la herida que más daño hace a nuestra democracia, pero no han ganado nada, porque detrás de cada persona que desde el Estado de Derecho lucha contra ellos, hay otros diez que de igual forma van a seguir luchando. No hay nadie insustituible, somos muchos y todos lo hacemos bien. Por eso nadie puede sentirse importante en la lucha contra el terrorismo y la sociedad debe percibir la seguridad de que somos muchos y estamos dispuestos a asumir el riesgo, incluidos los jueces. El inspector Eduardo Puelles se ha convertido en un referente de ello y todos nos tenemos que sentir orgullosos de su ejemplo y trabajo. El sábado se vivió una jornada histórica, todos juntos contra el terror, un Gobierno autónomo con su Presidente a la cabeza por primera vez, el Gobierno de la Nación dedicado a acabar con ETA, una sociedad unida contra los criminales. Un auténtico sueño, cuando hace apenas dos años, algunos desoyendo el sentido común, se dedicaban a creer que se podía negociar con estos elementos. Como bien dice Benedicto XVI «con los crímenes no se dialoga. Hay que concienciarse contra el terrorismo desde el Humanismo». Creo que a nadie ya, salvo a algún tonto, le cabe la menor duda de que la única forma de acabar con estos delincuentes es la mera aplicación de la ley. Perseguirles, enjuiciarles, y si se les encuentra culpables condenarles. Esto no hace falta repetirlo cada vez que se comete un delito, lo único importante es creérselo de verdad, y actuar en consecuencia siempre y para siempre. Ese día, y creo que esto ocurrió ayer, los criminales han perdido toda esperanza de conseguir algo. Es obvio que con tonterías como mezclar el hambre en el mundo o la injusticia social con el terrorismo no vamos a ninguna parte. Los terroristas como dice Patrick J. Kennedy, «intentan modificar nuestro comportamiento provocando miedo, incertidumbre y división en la sociedad», y eso en España alguna vez lo han conseguido. Pero creo de verdad que ya no lo van volver a lograr. Debemos honrar a nuestros muertos, a nuestros héroes, y como bien dice la familia del inspector asesinado, no estamos ante una nueva víctima, estamos ante un héroe, igual que el resto de los asesinados por ETA, son nuestros auténticos héroes. Y como decía Abraham Lincoln en Gettysburg «el mundo apenas advertirá y no recordará por mucho tiempo lo que aquí decimos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí. Somos, más bien, nosotros, los vivos, los que debemos consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que, aquellos que aquí lucharon, hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que, de estos muertos a los que honramos, tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron hasta la última medida completa de celo». Que Dios los tenga en su Gloria siempre, y que nosotros nunca olvidemos su sacrificio, algunos siempre estaremos ahí, cuando a alguien se le vuelva a ocurrir la tontería de hablar con estos puñeteros delincuentes.