Celtic
Juan Carlos Valerón
No nos aburrirán Bar- ça y Madrid, aunque continúen ganando sus partidos y sigamos sin tener morbo por las diferencias clasificatorias. En sus partidos siempre hay alguna media verónica que recordar. Siempre tienen a mano el quite del perdón. El Barça acaba sacando las genialidades de Messi y el Madrid encuentra en Robben las emociones ante el marco contrario. El Barça, aunque sufra algunos minutos, acaba ganando. El Madrid, pese a que con Juande no encuentra modo de entusiasmar por su juego, satisface con las victorias.
Anoche el artista estuvo en las filas deportivistas. Llevaba Valerón casi tres años fuera de combate y na- die lo había olvidado. Bastó que apareciera en el centro del campo coruñés para que se pudiera apreciar su calidad. Cada balón que tocó lo convirtió en un pase inteligente, en una cesión para el mejor colocado y en condiciones de crear peligro.
Valerón nunca ha sido un estajanovista, un fajador. Siempre se ha distinguido por ser creador, por improvisar el pase que descubre el hueco y facilita la labor del compañero. Hay jugadores a quienes se supone que sostienen el equipo por su trabajo, por crear espíritu de victoria y los Valerón, especie escasa, son tanto soporte o más que los corredores de fondo. Con cuatro detalles consiguen que el público, aun con juego anodino, encuentren justificación a su afición viéndoles inventar. Al Dépor no le bastó la aportación de Valerón. El partido no se gana solamente con artistas.
El Madrid utilizó todo su jardín de tulipanes, pero el gol lo marcó Raúl.
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