España

Jugar con fuego

La Razón
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El pasado 12 de julio la parroquia de Santa Genoveva Torres de Majadahonda, en Madrid, sufrió un intento de sabotaje con artefactos incendiarios. Se sabe poco de lo ocurrido, pero habrá que preguntarse qué significa un acto violento tan peligroso y con un carácter simbólico que a nadie se le escapa. Relacionarlo con la política laicista del Gobierno de Rodríguez Zapatero resulta grosero. Es más verosímil pensar que el intento de incendio y el laicismo militante participan de una mentalidad común, de fondo anticlerical y antirreligioso, de larga tradición en España. No es el antiguo anticlericalismo popular, que desconfiaba de los curas orondos y algo más que orondos. Es más bien la expresión de rechazo ante la influencia cultural que sigue teniendo la Iglesia católica en nuestro país, y eso a pesar la secularización acelerada de estos últimos treinta años. Por muy grande que haya sido este proceso, y por visibles que sean los signos (bienvenidos) de una multiconfesionalidad cada vez mayor, ahí están los centros de enseñanza católicos, los medios de comunicación, los hospitales o las redes de caridad. Por si esto fuera poco, hay una relación de fondo entre la identidad de España y la religión cristiana o la Iglesia católica. Este hecho no siempre ha tenido resultados positivos –tampoco para la Iglesia–, y por supuesto no quiere decir que los españoles tengamos que ser católicos a machamartillo, pero proporciona a la cuestión religiosa una dimensión política más perdurable que en otros países. Quienes se han empeñado en inventar una España nueva no dejarán de lado la cuestión religiosa. Finalmente, es una ley de la historia de España que los disturbios anticlericales se han producido siempre que el poder ha adoptado una línea militante en este aspecto. No tiene por qué haber una relación directa, como sin duda no la hay en el caso de Santa Genoveva. Pero eso no quiere decir que no se haya empezado a jugar con fuego.