Libros

Buenos Aires

«Julísimo Julio: »

Se publica el epistolario inédito que mantuvieron Cortázar, su segunda esposa, Carol Dunlop, y su traductora al serbocroata, Silvia Monrós-Stojakovic

Julio Cortázar y Carol Dunlop, en una imagen tomada en los años durante los cuales se escribieron con Silvia Monrós-Stojakovic
Julio Cortázar y Carol Dunlop, en una imagen tomada en los años durante los cuales se escribieron con Silvia Monrós-Stojakoviclarazon

El conocimiento del legado aún por descubrir de Julio Cortázar vive un sorprendente buen momento. Mientras Alfaguara ultima la edición de algunos de los textos dejados por el autor de «Rayuela», localizados recientemente por su viuda, Galaxia Gutenberg sigue trabajando en la futura publicación del epistolario del autor dentro de la edición de su obra completa. A la manera de adelanto de esto último, pero desde una perspectiva más íntima y personal, la editorial Alpha Decay acaba de lanzar al mercado un pequeño volumen, «Epistolario», que reúne las cartas cruzadas por Cortázar y su segunda esposa, Carol Dunlop –coautora de «Los astronautas de la cosmopista»–, con Silvia Monrós-Stojakovic, traductora del autor al serbocroata.Sin fórmulasEntre 1980 y 1983 se desarrolla esta relación epistolar que nos revela a un Cortázar humano, que rechaza contestar las cartas que se inician con «Estimado Sr. Cortázar». Es un escritor que, como le confiesa a Monrós-Stojakovic, «vivo enterrado en una montaña postal, como un personaje de Samuel Beckett». La primera de las cartas que se ha conservado está firmada por la traductora en Belgrado en junio de 1980. En ella invita a Cortázar a viajar a Yugoslavia como conferenciante, aparte de informar de la traducción de «Rayuela» al serbocroata. Cortázar respondió con ese tono digno de los más sinceros lazos de afecto: «Tu carta tiene todo eso que permite conocer la amistad, y yo soy mucho más sensible a eso que a todos los brillos académicos y eruditos».A la pareja de corresponsales se les suma Carol Dunlop, quien escribe en un peculiar español, en ocasiones algo dubitativo, pero siempre de gran fuerza expresiva. La propia Dunlop llega a escribir a Silvia que «me encantan tanto tus cartas, que casi me siento culpable de contestar (pero las cartas de veras no se contestan, llaman a otras cartas y al final se hacen serpientes en el aire, y la gente que sabe deslizar la mirada en aire y nubes sabe que son puentes, puentes donde se puede ir y venir e inclusive encontrarse)». Este pequeño gran epistolario guarda también tonos de amarga tristeza, como cuando Cortázar anuncia a su amiga el inesperado fallecimiento de su esposa. «Lo que tengo que decirte es horrible: Carol murió el 2 de este mes, después de dos meses en el hospital donde nada pudieron hacer para salvarla. No puedo agregar nada, salvo que ella te quería mucho y se alegraba con cada una de tus cartas. Estoy en un pozo negro y sin fondo. Pero no pienses en mí, piensa en ella, luminosa y tan querida, y guárdala en tu corazón». Todo el epistolario se extiende hasta 1983 cuando un desconsolado Julio Cortázar ya se siente mortalmente enfermo. Sin embargo, todavía retiene fuerzas para mantener encendida generosamente una amistad que se ha salvado para siempre gracias a que este libro ve ahora la luz.

Lo que nos queda por saberTodavía no está todo dicho sobre el legado de Julio Cortázar. Alguno de los papeles personales, los relacionados con su familia en Argentina, han ido apareciendo recientemente en alguna librería de viejo de Buenos Aires. Más seria es la conservación de los documentos guardados por su viuda Aurora Bernárdez. Algunos de ellos fueron entregados a su agente literaria, Carmen Balcells, para que fueran integrados a la colección de manuscritos de Barcelona Latinitatis Patria. Parte de ellos aparecen en la obra completa de Galaxia Gutenberg.