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La coyuntura

La Razón
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Cuando llega el mes de agosto, todos queremos irnos de vacaciones, descansar, dejar los problemas y nuestros fantasmas personales en casa, y marchar con la esperanza de que a la vuelta no estén. Pasamos un mes divertido, nos relajamos, pero qué pronto pasa, septiembre está ahí, y lo más normal es que los problemas, como fieles amigos, nos saluden de nuevo. Este otoño se presume caliente y no me refiero a las temperaturas. Pero no hay problema, hemos localizado al culpable y lo hemos puesto en busca y captura. Cuando las cosas parece que van bien, por ejemplo cuando el paro baja tímidamente durante dos meses, algunos dicen que están haciendo las cosas bien, pero cuando la Encuesta de Población Activa nos recuerda la estacionalidad de tal noticia, surge Perry Maison y nos dice «hemos encontrado al responsable, la coyuntura». Además, para alejar el problema se le apellida con «internacional». El origen de nuestros problemas es la coyuntura internacional; le buscamos árbol genealógico, padres Bush y Aznar, abuelos Reagan y Thatcher, parientes lejanos los neoliberales y así hasta llegar a los romanos, cuyo fiel descendiente es Berlusconi.Mientras tanto, algunos nos dicen que en España vamos a llegar a cifras de paro de más del 20 por ciento, déficit público de casi un diez por ciento, pero no hay problema, tenemos localizado el epicentro del terremoto y lo hemos metido en prisión, la coyuntura. Nos enfrentamos a un ajuste económico sin precedentes, paro galopante, déficit público sonrojante, el mejor sistema bancario del mundo en plena reconversión y, por si fuera poco, nuestro agentes sociales enfrentados. Pero no hay problema, tenemos también identificados al cómplice, una patronal egoísta e intransigente. La coyuntura internacional y la patronal intransigente, junto a sus primos, cambio climático y especuladores, nos están haciendo la vida imposible. Pero todos tenemos un pariente lejano que tiene mucho que ver con todo esto, la indolencia, que suele ir acompañada de un amigo, el desánimo, y junto a un compañero de copas, que suele ser el soslayo de la realidad; todos ellos juntos nos llevan a un ambiente idílico, algo así como Begnini en la enternecedora historia de la «La vida es bella».Pero septiembre está ahí, muy cerca, nos colocará en la realidad cotidiana y la coyuntura no servirá siempre de excusa, algo habrá que hacer y ese algo pasa por todos. Se gobierna para todos, buscando el bien común, pero es que todos somos todos, y todos pertenecemos al demostrativo «nuestros» y no «vuestros». Los empresarios son nuestros empresarios, los sindicatos son nuestros sindicatos, el Gobierno es nuestro Gobierno, y eso es algo que no se debe olvidar, porque buscar en todo el frentismo lleva a la división. Gobernar un país dividido y enfrentado no es buena cosa; al final se gestiona miseria, odio, rencillas, regresión y pobreza. El que aspira a gobernar lo debe hacer bajo el estricto cumplimiento de las reglas del juego, sin ventajismo, sin abusos de las instituciones, aspirando a la prosperidad, a la unidad, buscando la identidad y no renegando de la misma. No hay ciudadanos frente a ciudadanos. La pregunta es si este año debería haber vacaciones, teniendo tan próximos los exámenes de septiembre. Un nuevo suspenso sería fatal y además inocultable.