Literatura
Álvaro Mutis «La derecha es egoísta y la izquierda miente»
El autor colombiano, que prepara un poemario, dice que crear es una «tortura»
Un día de éstos no podrá ayudar a ese entrometido de Maqroll, siempre enredado en líos. Mientras lo salva de sus propias aventuras, Álvaro Mutis va moldeando versos nuevos que añadir a su próximo poemario, que ayer iba a leer en Casa de América, pero que suspendió por un problema de salud. –Dicen que es usted un poeta con necesidad de decirlo todo y conciencia de que nada se dice. ¿Eso es poesía?–Yo diría que es el arte de expresar lo más hondo que tenemos, como visión del mundo, los seres humanos. Lo más esencial es hacerlo sin mentir. Luego está no adornar superficialmente un poema, porque estorba y, lo más importante, ¡no mentir nunca! Porque se detecta siempre.–Está preparando un poemario.–Yo nunca preparo «libros». Elaboro mentalmente, desde las tripas, los temas o la forma del poema y dejo que eso trabaje en mi interior… Hasta que un día me siento y va saliendo a través de mis manos, lentamente… Cuando tengo un número suficiente, conformo un poemario. –Su modo de escribir es muy «orgánico»: sentarse al teclado y ser consciente de su cuerpo, sus manos. Como un monje zen.–Nunca lo había visto de esa forma, pero así es. Pienso en la vida que tengo dentro y luego en la que se presenta. Y fluyo en esa conjunción hasta que sale el poema.–¿Cómo detecta lo que sirve?–Acaba de dar usted en una de mis mayores torturas. Cuando acabo un texto y empiezo a leerlo, sólo le veo defectos: lo que falta, lo que debía haber sido dicho de otra forma y empieza la corrección, la obsesió. «Amirbar» lo corregí cinco veces. Hasta que dije: ya no doy más de sí.–¿Por ese motivo llevaba tanto tiempo sin escribir?–Desde joven, jamás me tomé la escritura como un destino, ni un deber y mucho menos como una profesión. Trabajé de otras cosas, locutor de radio, jefe de relaciones públicas y distribuidor de películas, empleado de una compañía de seguros..., porque no quería profesionalizarme en la escritura. Por eso, llega la palabra a mí, de forma natural, y es la única manera que entiendo de sentirme mejor. Escribiendo sin plazos ni planes. Poesía es una manera de vivir. De estar en el mundo.–Hay una leyenda urbana de cuando trabajó en publicidad. ¿Es suyo el famoso eslogan de coca cola, «La chispa de la vida»?–No es mío… Pero yo trabajaba en la agencia y la frase fue de una amiga y ejecutiva mía. Es decir, yo estuve en aquel parto pero no soy el padre de la criatura.–También fue doblador de la serie «Los intocables...».–Hacía la voz del narrador. Una serie magnífica. Hay episodios que pertenecen al mejor cine norteamericano. Todavía puedo poner aquella voz: «Aquella mañana Elliot Ness…».–Usted le prestó la idea de «El general en su laberinto» a García Marquez. ¿O es otra leyenda?–Mire, con Gabo, llevamos sesenta años de una relación estrecha y cariñosa y nos pasan cosas en un «feedback» continuo. No le he influido ni aconsejado nunca, pero es cierto que he sido el primer lector de muchos de sus manuscritos. Y le doy mi opinión, que no la acoge inmediatamente: «Tienes razón, pero la voy a dejar así», suele decirme.–El Gaviero: «Todo lo que quise ser y no fui...».–Son interpretaciones de periodistas… Le creé y me acompaña desde que tenía 15 años. Nunca supe de dónde llegó su nombre: Maqroll…–¿Una sinestesia?–Sí… y del país de los sueños… Extraer material onírico es complicado. Lo que realmente importa no se olvida, no hace falta anotarlo en una libreta, porque reverbera dentro de ti… de ese tejido salen muchos poemas. –¿No tiene miedo a que las musas se vaya?–Muchísimo. Algunos dicen que no existen o que las dominan. Mentira.–Escribir es…–Una tortura, una dolencia. Sólo los infelices escribimos. Si estás escribiendo con honestidad, dentro de la verdad que sientes, lo que haces deberás leerlo y releerlo y reescribirlo mil veces, porque la palabra se resiste. Tiene poco glamour el tema de las correcciones.–No habla de política, pero, al informarse de lo que sucede, ¿no le salen los versos más espantosos? –Debería ser así. El mundo antes me producía pánico y ahora fastidio y una sensación de algo ajeno. Por eso nunca he querido ser testigo de mi tiempo. Sólo deseo contar mi verdad y que le llegue viva al lector.–A ese añorado lector hembra…–Así lo llamaba mi amigo Cortázar, que tanta falta me hace todavía... con esa mezcla de cordialidad, rigor, lógica sin aplicarla en forma exhaustiva o molesta.–Y caótico, ¿no?–Le encantaba crear caos, pero no lo era. «Álvaro: la Argentina no es ningún país»… y se quedaba mirándote. Ya te había disturbado. –Sigue con su letra de «Drácula».–Eso decía Gabo, pero se debe a que tengo temblor familiar. Cuando firmo un libro me siento como una parturienta. ¿Será niño, niña o chimpancé?–¿A qué se debe su descreimiento en la política?–A que lo peor de la izquierda es la derecha. La derecha es egoísta ansiosa de dinero y de tener el poder en las mano. Y la izquierda miente por el bien de los pobres. –¿Por qué es monárquico?–Monárquico, gibelino y legitimista…-¿Se lleva bien con nuestra Familia Real?–Muy bien. Don Juan Carlos siempre me dice: «Hay Mutis, tú no tienes remedio». Es un tipo con un sentido del humor tremendo. También adoro al Príncipe de Asturias y, la Reina, es una de las mujeres más cultas que he conocido. –¿Cómo va de fe el hombre contemporáneo?–El hombre vendió su espíritu por la electrónica y esos trucos de magia de la modernidad.–¿Hacia dónde vamos? –A despedirnos del mundo.–¿Y qué pasará con la poesía?–Será lo último que el hombre hará. Su adiós, su glosa sobre la tierra.–Es muy pesimista.–No lo soy, pero no me engaño. Veo la tele y siento una repulsión absoluta por la actualidad.–¿Intentará matar a Maqroll o sólo morirá cuando usted desa-parezca…?–Es un insensato que se mete en demasiados problemas. Aunque siempre le saco de ellos, un día no podré y morirá… aunque si ocurre, le resucitaré.UNA VIDA DE NOVELALo ha sido todo. El hombre de los mil empleos. El escritor que ha devorado la vida y se ha negado a encerrarse en la cáscara de un oficio. Pero el mundo sólo reconocerá su nombre por el mundo que creó en sus trabajos literarios (reconocidos con el Premio Cervantes). La literatura fue una vocación que jamás quiso profesionalizar, dice. Quería que las palabras surgieran por sí solas. La inspiración existe más allá del esfuerzo y los madrugones. Álvaro Mutis puede que recuerde la edad en que lo creó, pero, desde luego, no se acuerda de dónde vino ese nombre, esa ficción, que le ha acompañado a través de ríos, océanos y continentes. Es su sombra: Maqroll El Gaviero. A él le dedicó un libro de poemas: «Summa de Maqroll El Gaviero» y un conjunto de siete novelas inolvidables («La nieve del almirante», «Ilona llega con la lluvia», «Un bel morir», «La última escala del tramp steamer», «Amirbar», «Abdul Bashur, soñador de navíos» y «Tríptico de mar y tierra») que el tiempo ha reunido en un volumen imprescindible en cualquier librería y que la Editorial DeBolsillo publica ahora en una edición popular. A esta obra, que traslada la imaginación a tierras ignotas y a mares distantes que hacen soñar, hay que sumar otros títulos como son: «Diario de Lecumberri», «La mansión de Araucaíma» y «La muerte del estratega».
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