Nueva York

La España del colchón

La Razón
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La naturaleza humana es extraña y sorprendente. Prueba irrefutable de ello es el ex alcalde de Alcaucín, que escondía 160.000 euros en el colchón de su cama. Uno siempre había oído esa expresión –«tiene el dinero escondido en el colchón»– como una caricatura ruraloide, un tópico carpetovetónico, una versión protohispánica de «El avaro» de Molière, que era un poco más sofisticado –para eso era francés– y que usaba arqueta para esconder sus ahorrillos. Uno nunca se había tomado en serio ese dicho aunque de tarde en tarde había alguien que hacía honor a él, un mendigo que se moría en la vía pública pero que tenía más dinero entre las plumas de su catre que el del agujero de Caja Castilla La Mancha, una anciana abandonada que padecía el síndrome de Diógenes y a la que hallaban momificada en su domicilio sobre una colcha bajo la cual yacía, paralela, una inmensa fortuna de billetes de la República que llevaban años siendo pasto de las ratas. A uno no le sorprendían esa clase de noticias que, como excepciones pintorescas, confirmaban la regla de guardar el dinero en un banco. Lo que uno no se esperaba sinceramente es que todo un ex regidor consistorial, un gestor municipal, un experto en untar y en adjudicar y en recalificar, que ha manejado durante años presupuestos millonarios, tuviera también esas maneras tan pedestres. Ahí reside la originalidad, la gracia y –por qué no decirlo– la grandeza del ex alcalde de Alcaucín: en su paletez telúrica y extemporánea. Ya sabemos que Alcaucín no es Nueva York, pero es que esta noticia es predesarrollista. Uno se había llegado a creer de verdad lo del progreso económico español y de repente llegan la crisis y el alcalde de Alcaucín con su colchón meado, su catre cutre, su camastro multiuso, y nos devuelven directamente a eso, a la España eterna y castiza y manolera del billete en el sostén y la navaja en la liga, de colchón y faltriquera y orinal y jergón enmohecido por el tiempo o el pluriempleo, por albergar cédulas caducas y reales roñosos y la prohibida bandera plegada que espera el cambio de régimen y los huesos del abuelo. En la España racial el colchón ha sido siempre como la despensa. Ahora se dice mucho lo de «salir del armario», pero eso a mí me suena a extranjerismo. De donde de verdad ha salido siempre lo proscrito en España ha sido de la cama, del colchón mil veces recosido. Zapatero no está dando un convincente mensaje de estabilidad financiera cuando sus ex alcaldes recurren al colchón de la posguerra para poner a salvo los dineros. Y tampoco está dando una imagen real de la modernidad socialista. Resulta insólito que, en la era de las transacciones en tiempo real, la alta tecnología bancaria y los paraísos fiscales, alguien siga recurriendo a la lana para guardar la «lana». Este ex alcalde sociata ha debido de oír el mensaje neoliberal de que hay que tener un buen colchón para la vejez y se lo ha tomado al pie de la letra. ¡Pero hombre de Dios, como para habérselo comido todo la polilla!El alcalde de Alcaucín no escandaliza tanto por chorizo como por cateto. La mayoría de los casos de irregularidades, corrupción o malversación de fondos son realizados por personajes increíbles que creemos que no existen y que hacen cosas increíbles como ésta del colchón de Alí Babá. Luego, cuando nos llegan esas noticias, pensamos: «No puede ser». Pero es. Nuestro asombro los protege.