Santander
La pegada contra la inocencia
El Atlético se agarra a sus matadores Forlán, Simão y Agüero para imponerse a un Sporting blando e inofensivo. Los rojiblancos, a la UEFA; los asturianos, en descenso
MADRID- El referéndum del Calderón, tras el desastre de Santander, fue incruento. No hubo juicio sumarísimo a los jugadores rojiblancos –abroncados en algunas fases del encuentro– porque el Atlético ganó, agarrado a la pegada de Forlán, Agüero y Simão a un Sporting que está en caída libre, que fue muy inocente y que puede condenarse si Manolo Preciado no consigue cambiar la dinámica del grupo. La dinámica de Abel es que sus goleadores le resuelvan los problemas de defensas y centrocampistas, que parecen funcionarios más que futbolistas.La primera oportunidad en que Forlán no tuvo un defensa encima disparó con tino y batió a Cuéllar. Un gol que no calmó a la afición y que sirvió para que el Sporting nos mostrase sus carencias. Las defensivas y las ofensivas, por mucho que se empeñó Bilic en amargarle la noche a Leo Franco. Si los asturianos no acertaban con el remate y eran blandos en defensa, en el Atlético el guión era muy parecido. No había centro del campo, los de atrás cumplían sin estridencias y hasta Leo Franco cometía algún error infantil.El Atlético se sostenía en sus individualidades y cuando Simão marcó el segundo tras darse una carrera de cincuenta metros y hacer la pared con Forlán, el cuento se acabó. Porque el Sporting no supo hurgar en las miserias rojiblancas; en los desajustes defensivos y en la incapacidad de Raúl García y Assunçao para ser creativos. El esfuerzo de Camacho, Míchel o Lora no tenía premio y Abel respiraba tranquilo con los dos goles.Además, Agüero, muy participativo, aprovechó un pase de Forlán –el uruguayo intervino en los tres goles– y parecía que llegaba el fin de la historia con el tanto del «Kun». El público se lo tomaba con calma, con frialdad, y silbaba cuando la falta de imaginación daba el balón al rival. Y es que con el tercer gol al Atlético se le quitaron las ganas de seguir. Valía con mantenerse tranquilo, no ponerse nervioso tras el gol de Bilic, un minuto después que el de Agüero, y esperar a que el reloj les mandase a la ducha. Parecían unos simples funcionariosos que no hacían nada por jugar, por combinar, por darle otro sentido a un partido que en el tramo final fue del Sporting. La entrada de Carmelo le dio más prestancia y toque, pero su falta de acierto le condenaron. Querer y no poder fue lo que hizo el Sporting. Lanzó córners, remató, hasta pidió un penalti de Simão a Bilic. Nada, no hubo manera. Como el Atlético lo tenía todo hecho, ni se inmutó. La expulsión de Simão tampoco alteró la situación, era ya muy tarde, y los funcionarios de Abel, incluidas sus estrellas, se fueron a casa con un puesto en la UEFA.
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