Manifestaciones violentas
Las calles tomadas por los agentes
Las medidas de seguridad se intensifican ante la posibilidad de que los etarras sigan en la isla. Los veraneantes permanecen ajenos a la situación
PALMA- El atentado del jueves provocó un aumento de las medidas de seguridad en toda la isla de Mallorca. Ese mismo día, tanto puertos como el aeropuerto permanecieron varias horas cerrados como medida de precaución, aunque a última hora de la tarde se fue normalizando todo. Pero ayer la situación cambió, y, ante la posibilidad de que los terroristas estuvieran todavía escondidos en algún lugar de la isla, la Policía tomó las principales avenidas de Palma. No era extraño ver en cada esquina una pareja de agentes atentos a lo que ocurría, principalmente en el paseo marítimo. Todos, preparados y alerta para actuar si fuese necesario. Pero no sólo las calles estaban repletas de agentes. En los centros comerciales, como el Porto Pi –situado muy cerca del Palacio de Marivent–, también se desplegaron varias patrullas de Policía Nacional y Local para garantizar la seguridad.Normalidad en el aeropuertoEste despliegue policial en las calles contrastaba con la situación que se vivía en los puertos o en el aeropuerto. En este último la normalidad parecía ser la nota dominante, con el lógico caos derivado de un 31 de julio y fin de vacaciones para muchos o comienzo para otros. Sin embargo, no se apreciaba más presencia policial que un día cualquiera, al menos de agentes uniformados. Ni en las puertas de embarque ni en el exterior. Algo parecido ocurría en el Real Club Náutico de Palma, el principal puerto de la isla, con la salvedad de que durante la tarde de ayer no salió ningún ferry y el único que sí lo hizo tenía fijada la salida para las 22:30 horas, por lo que la tranquilidad fue una constante durante toda la tarde. Eso sí, el exterior del recinto –que en pocos días albergará la Copa del Rey de vela– contaba con la presencia de varias patrullas de la Policía Nacional. Y mientras, en las playas mallorquinas, los bañistas disfrutaban como si no hubiera ocurrido nada. Tanto españoles como extranjeros permanecían ajenos a la pareja de policías que aguantaban casi inmóviles el duro sol en el paseo.
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