África
Lentas y descoordinadas
Las ministras de Defensa, Carme Chacón, y de Sanidad, Trinidad Jiménez, defendieron ayer su gestión ante el brote de gripe A en la Academia de Ingenieros de Hoyo de Manzanares, que luego se propagó a la Base Conde de Gazola de Ferral del Bernesga (León). La versión oficial fue que la Administración y las autoridades militares cumplieron rigurosamente los protocolos de la Organización Mundial de la Salud. Ambas ministras argumentaron que hubo coordinación y que se actuó con transparencia, sin que hubiera una situación descontrolada o de riesgo. En suma, dedicaron plenamente sus intervenciones parlamentarias a autoexculparse de posibles errores y, más aún, a autoelogiarse, sin admitir negligencia o imprudencia alguna.
Sin embargo, los hechos acontecidos durante estos días cuestionan esa versión. En lo único en que se puede estar de acuerdo con las ministras es en que la gripe A es una dolencia benigna que responde perfectamente al tratamiento, y que, por lo tanto, cualquier tipo de alarma sanitaria estaba injustificado. Pero el juicio que merece su gestión no puede ser igual de benigno. En primer lugar, cuesta creer que se pretenda pasar como normal que las dos ministras hayan tardado nada menos que diez días en acudir al Congreso para informar sobre el contagio. Estos plazos no encajan con lo que se entiende como admisible ante unos hechos que forman parte de una pandemia, de gran repercusión pública. A la vista de las distintas versiones que han circulado desde el Gobierno, pudiera ser que se tomaran esos días para ordenar una secuencia de los hechos que no chirriara, lo que lograron ayer a medias. Tampoco parece conveniente la rueda de prensa de un jefe del Ejército, la primera en años, para apuntalar la versión oficial del Gobierno. Los militares no están para hacer el trabajo de los políticos ni éstos deben instrumentalizar a los mandos en polémicas que sobrepasan sus cometidos. En este sentido, la presencia ayer de la cúpula militar junto a Chacón parece una puesta en escena exagerada. Los testimonios de los afectados, de sus familiares, que hablan de soldados con mascarillas desde el lunes, y de las propias ministras demostraron que faltó transparencia y coherencia. Si Trinidad Jiménez dijo que Defensa le avisó el martes y Carme Chacón que ella se enteró el jueves, queda claro que la coordinación ha brillado por su ausencia. Ambas reiteraron en el Congreso que se cumplieron los protocolos sanitarios. Pero si fue así, ¿cómo es posible que se permitiera el acceso al acuartelamiento de 150 escolares y de seis unidades militares si había sospechas desde el martes? ¿Cómo se debe interpretar un número de contagios alto en la Academia y en militares de otros destacamentos que estaban allí de paso? ¿Cómo explicar también que se permitieran las salidas y las entradas del personal con el resultado de contagios familiares?
Decir que se creía que era sólo gripe común resulta inverosímil, pues a la ministra de Sanidad no la suelen molestar para anunciarle con urgencia una gripe común. Chacón señaló a Rajoy y al PP como los culpables, «porque han mentido y generado alarmismo». Muy poca seguridad en su propia gestión debe de tener la ministra de Defensa para escudarse en la oposición, que se ha limitado a hacer su papel. Un balance ecuánime de lo sucedido no puede ser favorable al Gobierno. Después de haber oído a las dos ministras y, el día anterior, a los responsables militares, el veredicto es que faltó coordinación entre Defensa y Sanidad y no se actuó con celeridad ante las sospechas fundadas, lo que contribuyó a propagar el brote y puso en peligro a decenas de escolares.
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