Barcelona
Lewis Carroll a través de la cámara
Charles Lutwidge Dodgson y la fotografía nacieron casi en el mismo tiempo, 1832 y 1839, respectivamente. El diácono y profesor de matemáticas de Oxford, que iba a firmar sus relatos y poemas con el seudónimo de Lewis Carroll, tuvo esa primera pasión, que desarrolló con entusiasmo y que, más adelante, ejercería una poderosa influencia en su obra escrita. Una de las niñas a las que inmortalizó con su cámara, Alice Liddell -hija del decano de Christ Church, donde vivió el escritor-, se convertiría en la protagonista de las obras «Alicia en el país de las maravillas» y «A través del espejo». Aunque se conocía bien la afición de Carroll a la fotografía, pues tras su muerte, en 1898, se encontraron 33 álbumes con instantáneas, no fue hasta 1949, cuando un historiador encontró una serie de 115 imágenes del escritor inglés, que su dimensión como fotógrafo alcanzó cotas relevantes. Muestra de tal relevancia artística es el libro que publica la editorial Phaidon: «Lewis Carroll», de Anne Higonnet, una profesora de la Universidad de Columbia que ya había estudiado la representación visual de los niños desde el siglo XVIII hasta la actualidad en un anterior trabajo. Porque Carroll, como fotógrafo, es conocido sobre todo por las fotografías que hiciera a las hijas de sus conocidos y familiares, como se aprecia en un libro que Lumen publicó en 1998 titulado «Niñas». En él, el gran fotógrafo de las calles parisinas Brassaï explicaba cómo el nuevo invento seduce a Carroll en cuanto su tío le regala un equipo fotográfico completo, que incluía una tienda oscura portátil, en enero de 1856. Fotógrafo de su entorno A partir de este momento, el futuro escritor va a fotografiar a un enorme y diverso número de gente relacionada con el mundo de la cultura, el clero, la política y el teatro; con una particularidad, según Brassaï: «Los retratos de Lewis Carroll son más sencillos y naturales que los de los profesionales. Sentía horror ante los fondos convencionales, estereotipados, una o dos variantes de los cuales ofrecía a la elección de sus clientes. Sus modelos estaban situados en un ambiente natural, ante un muro de piedra, los árboles de un jardín, una escalera...» Hojeando el libro de Higonnet, se comprobará la excepcional calidad de las fotografías de Carroll; a cada una le acompaña un comentario de la experta, que describe tanto la postura del modelo, como su entorno. Son en total 55 instantáneas, ordenadas cronológicamente desde 1856 a 1876, que nos hablan no sólo de las niñas que recibieron el afecto y admiración del escritor, sino también de otras muchas personas de su entorno: su propia familia, las hermanas del pintor Dante Gabriel Rosetti, el artista J. E. Millais con su hija, mujeres leyendo, mirando por un microscopio o jugando al ajedrez -Higonnet lo destaca porque en la época sólo se representaba el intelecto masculino-, o incluso paisajes de Oxford y esqueletos del Museo de Anatomía.
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