Carmen Gurruchaga
Libertad de expresión
Los españoles sufrimos una excepcional crisis económica y el Gobierno no da con la tecla adecuada para frenar la triste sangría diaria de pérdida de puestos de trabajo. Además, las desigualdades en España se multiplican porque el Estado de las Autonomías ha derivado hacia actitudes insolidarias de unos gobiernos cuya máxima es el beneficio exclusivo de los ciudadanos que le son propios; al tiempo que existe una marcada pérdida de valores. Pues bien, en medio de esta debacle político-económico-social, como si no tuviera nada más importante, el Parlamento va a discutir si condena o no las palabras pronunciadas por el Papa Benedicto XVI en África sobre la operatividad del uso del preservativo en las relaciones sexuales para frenar el contagio del sida o de otras enfermedades. También la Mesa podría haberse opuesto a calificar una iniciativa que contiene ataques directos a un jefe de Estado, como ha hecho en otras ocasiones. Se sabe lo que opina la Iglesia sobre este asunto y querer que el Papa diga algo diferente en Camerún puede sonar a censura y a un ataque a su libertad de expresión. Es como si un país católico presentara una iniciativa parlamentaria contra el Gobierno español porque se manifiesta a favor del aborto o del uso de cualquier método anticonceptivo para evitar la procreación no deseada. No aceptar las ideas de los demás es intolerancia pura y dura.
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