París

Llamada a la audacia americana

La Razón
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En una notable coincidencia, dos expresiones muy distintas de la disidencia iraní se materializaban de forma simultánea en dos continentes el pasado sábado 20 de junio. Una marcha se desarrollaba en Teherán, en donde miles de iraníes, hartos de vivir bajo una tiranía religiosa, desafiaban la imposición del Guía Supremo Ali Jamenei para que aceptaran los resultados de las presidenciales del 12 de junio, en las que el presidente Ahmadineyad derrotó supuestamente a su mayor rival, Hossein Mousavi. Los manifestantes y Mousavi han demostrado su valentía, pero los primeros parecen más radicales que el segundo. La web de Mousavi anuncia que no busca la confrontación con los «hermanos» de las fuerzas de seguridad de Irán ni desea cuestionar el «sistema sagrado» instituído por el ayatolá Jomeini. En lugar de eso, reza la web, «nos enfrentamos a mentiras. Aspiramos a llevar la reforma que nos convierta en individuos puros de la República Islámica».Esta tibieza contrasta con la postura desafiante de los manifestantes que gritan «muerte al dictador, muerte a Jamenei», un eco de los eslóganes perpetuos del régimen de «muerte a América» o «muerte a Israel», insinuando el deseo no sólo de corregir el «sistema sagrado» de Jomeini sino las aspiraciones de poner fin al régimen dominado por mulás (el clero de Irán). La otra protesta tenía lugar en una enorme sala en París, donde el grupo opositor iraní más grande, Muyahidín-e Jalq (MEK, Muyahidínes del Pueblo de Irán) se unían a otros colectivos para celebrar su reunión anual. Unas 20.000 personas asistían, entre las que me incluyo.El momento más emotivo de la asamblea se producía cuando se informó a la multitud que sus homólogos pacíficos en Irán estaban siendo asesinados.Al final de esa jornada llegaba la confirmación de los obsesivos temores del régimen al MEK, cuando el comisario de la Policía en funciones, Ahmad Reza Radan, culpaba a «delincuentes» del MEK de la violencia del propio Gobierno contra los pacíficos manifestantes.El MEK montó una impresionante marcha en Francia, como hizo en la última reunión a la que asistí, en 2007, creada para consumo televisivo y con el contundente discurso de su líder, Maryam Rajavi. Al igual que los manifestantes callejeros, ella también instó al desmantelamiento del régimen «jomeinista». En un discurso de 4.000 palabras, rehuyó esperadamente los ataques a EE UU e Israel y excluyó el fanatismo conspiracionista tan común en la vida iraní. En lugar de eso:1. Se burló del régimen por tachar de agentes occidentales a los manifestantes. 2. Denunció que los cadáveres de los manifestantes fueron «envueltos en banderas estadounidenses» y pateados.3. Condenó los «crímenes» del régimen y su «exportación del terrorismo» a Líbano, Palestina y Afganistán.4. Predijo que se avecina «el principio del fin de la República Islámica» de Irán. 5. Criticaba a la Administración Obama por dar al régimen otra oportunidad más, remarcando que Bush se reunió con sus representantes en 28 ocasiones sin ningún resultado. Rajavi ha pedido acertadamente una política estadounidense hacia Teherán más dura, explicando en una entrevista reciente que «Occidente puede detener el programa nuclear de Irán si planta cara a los mulás».Tristemente, plantar cara a los mulás nunca ha sido la política americana. Carter aceptó servilmente su Gobierno. Reagan les envió armas. Para congraciarse con ellos, Clinton puso al MEK en la lista de terroristas. Bush no frustró su proyecto nuclear. Y Obama espera concesiones de Teherán en el tema nuclear distanciándose de la disidencia.Es hora de una política estadounidense sin fisuras que aliente a los que gritan «muerte a Jamenei» y que explote el miedo exagerado que despierta el MEK en los círculos del poder en Irán (primer paso: poner fin a la absurda presencia del MEK en la lista de terroristas).Como afirma el republicano por Michigan Peter Hoekstra, el cambio de régimen en Irán será aún más urgente si los mulás despliegan pronto armas nucleares. El movimiento potencialmente victorioso que se levanta en Irán representa no sólo a los valores occidentales, sino a los intereses occidentales.