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Lo público y lo privado
La corrupción no tiene siglas. Tiene nombres propios y apellidos. No roba un partido ni tan siquiera un moderno Robin Hood para dárselo a los suyos y menos favorecidos. Aquí los golfos son personas. Cometen delitos escondidos en su bandería política, utilizando su situación de privilegio para llenar sus cuentas bancarias o las de otros. Con ésos sólo hay un camino, el de la justicia. El que roba, paga. Luego hay otras historias de utilización personal del poder donde todavía las fronteras entre lo público y lo privado no quieren distinguir por comodidad, por confusión o por cara dura. Los nombres propios, personajes muy conocidos, se multiplican sorprendente y peligrosamente en España llevándonos a usos y costumbres impropios de un país desarrollado y a nivel de república bananera. ¿Tan difícil es distinguir lo público de lo privado? Creo que no. Simplemente se mira para otro lado o no se le da la menor importancia. Éste es un país de compadreo de favores, de hijos de y de hermanísimos. Los políticos en algunas ocasiones, y a las pruebas me remito, no dan la talla. Son un mal ejemplo y no señalan el camino adecuado. El Falcon, la hija de Chaves, los Gürtel de unos y otros, los favores o los sueldos y regalos no declarados,constituyen la pillería, el desliz o el delito que son perfectamente evitables desde la honradez y una conducta que a muchos se les suponía porque hay que ser y parecer.
Y ahora perdamos el tiempo, vicepresidenta Salgado, en hablar del crédito de un banco para pagar a una estrella del fútbol. Si el que lo pide tiene dinero, patrimonio y es una entidad privada, que se lo den. Vicepresidenta Salgado, mire en otros sitios que tiene mucho trabajo y procure no volver a las andadas. ¿Recuerda los brotes verdes, el lío que montó con el vino o las hamburguesas talla XL? Pues eso.
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