Medidas económicas

Los buenos propósitos de Zapatero

Es el primer presidente que decide poner coto a la competencia desleal en televisión

La Razón
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El presidente del Gobierno culminó ayer en el Congreso, tras varios días de hiperactividad mediática, la puesta en escena del giro político que inauguró la pasada semana con un amplio cambio de Gobierno. Zapatero compareció ante los grupos parlamentarios del PSOE para hacer balance en un tono triunfal previsible e infundir optimismo ante la mayor dureza de la situación económica que se aproxima. Más que anunciar nuevos proyectos o iniciativas, Zapatero resumió, a modo de hoja de ruta, los principales objetivos que ha marcado para el Gobierno, tanto los de carácter económico como aquellos otros dirigidos a alimentar a los sectores más radicales del partido. Para un ecuánime análisis, conviene despojar esa hoja de ruta de la retórica con que Zapatero adorna sus discursos, incluso los internos del partido, que no contemplan la autocrítica y se demoran en la complacencia. Desde una perspectiva desapasionada, algunas de las iniciativas parecen positivas y, a la espera de que se concreten, bien merecen el apoyo de las demás fuerzas políticas. Así, la drástica reducción de la publicidad en la televisión pública recoge una de las reivindicaciones históricas y más justas de los operadores privados para acabar con la competencia desleal y abrir un horizonte económico más viable. De nada sirve que el Gobierno haga grandes proclamas sobre la bondad de la pluralidad informativa si, al mismo tiempo, la pone en peligro al amparar la competencia desleal que supone la doble financiación de las televisiones públicas. Por eso, es justo subrayar que, con su anuncio de ayer, Zapatero se convierte en el primer presidente que toma una iniciativa de tanta trascendencia en materia televisiva. También es acertada su propuesta de impulsar un gran acuerdo social por la educación para combatir el galopante fracaso escolar, revitalizar una formación universitaria cada año menos prestigiada en el conjunto de Europa e impulsar la formación técnica y laboral de las nuevas generaciones. Es una lástima que no hubiera propuesto este gran pacto hace cinco años, cuando se empecinó en una LOE partidista y errónea. Bienvenida sea ahora la rectificación si culmina en un modelo estable y duradero que sobreviva a la alternancia de Gobierno. Otros proyectos que merecen el apoyo inicial son la modernización de la Administración, especialmente la de Justicia, el nuevo plan de Vivienda o las reformas penales. Se trata de ámbitos necesitados de profundos cambios para hacerlos más eficientes, competitivos y ajustados a lo que necesita el ciudadano. Si el Gobierno logra esquivar las actitudes sectarias y no impone los intereses ideológicos a las soluciones técnicas, concitará el apoyo de la gran mayoría. Lo mismo sucederá con el Plan E, que contempla acciones positivas y otras que, por el contrario, no están dando resultado, como lo demuestran los indicadores económicos y los informes de los más prestigiosos organismos. Por tanto, lo procedente es separar el grano de la paja y buscar con la oposición puntos de coincidencia para trabajar en la misma dirección y de manera eficiente. En lo que de ningún modo podemos estar de acuerdo con la hoja de ruta de Zapatero es en aquellas leyes y medidas que siembran la división y alimentan la confrontación entre los ciudadanos, por más que se las intente disfrazar de «derechos civiles». Se trata de la ley del aborto libre, que lejos de resolver el grave problema al que se enfrentan decenas de miles de mujeres cada año, se limita a desentenderse de él levantando las restricciones sin ofrecer alternativas sociales y económicas.