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Los nuevos inquisidores

La Razón
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Nadie que haya leído desprovisto de prejuicios ideológicos las palabras del Papa en África sobre el uso del preservativo puede deducir que el Santo Padre condena la utilización del condón para combatir el sida o que su uso incide en la pandemia. La interpretación simplista, torticera y manipulada de sus palabras ha propiciado, sin embargo, un fenómeno de desinformación, aprovechado para acusar a Benedicto XVI, en algunos foros periodísticos y políticos, de contribuir a incrementar la infección y perjudicar los esfuerzos de la comunidad internacional y científica destinados a prevenir y luchar contra la difusión del virus VIH. Nada hay de cierto en ello. El Papa, al igual que se acepta como probado que la ingesta racional y medida de los alimentos con los que nos nutrimos es saludable, se ha limitado a decirnos que la distribución de preservativos, sustentada en eslóganes publicitarios, no es suficiente para combatir el Sida, si además no se apuesta por una humanización de la sexualidad que procure la fidelidad y erradique praxis de riesgo sexual como la promiscuidad. No es un hecho casual que en los países con poblaciones mayoritariamente católicas, como Uganda y Burundi, sea donde hay menos infectados. El Papa, en definitiva, no hizo más que ejercer sus funciones doctrinales en calidad de Jefe de Estado y su derecho a opinar con libertad. Esa libertad que pretenden cercenarle los nuevos inquisidores políticos que, basándose en una enorme impostura, pretenden censurarlo en el Congreso de los Diputados porque ha tenido la osadía de contrariar sus planteamientos ideológicos.