País Vasco
Medio siglo de barbarie
El salvaje atentado de ayer es la réplica de ETA a la decisión del Supremo contra ANV
La siniestra cronología de ETA sitúa en esta semana el cincuenta aniversario del nacimiento de la banda y resulta inevitable relacionar el atentado de ayer en Burgos con tal efeméride. Los terroristas, sin embargo, no necesitan excusas sentimentales para volar por los aires un edificio, detonar un coche bomba o descerrajar un tiro en la nuca a cualquier ciudadano. Sus celebraciones no están ligadas a los años, sino a los muertos, aunque ayer a punto estuvieron de apagar tantas vidas como velas de su sangriento cumpleaños. Por fortuna, los devastadores efectos del coche bomba no causaron ningún muerto entre los 120 vecinos, 41 de ellos niños, que dormían en el edificio, aunque sí heridas leves a medio centenar de ellos. Que la banda etarra esté más debilitada y cercada que nunca no significa que no sea capaz de perpetrar atentados como el de ayer, cuya bestialidad se asemeja como dos gotas de agua a la que emplean los terroristas islámicos: salvajes, indiscriminados y planeados para infundir pánico en la población civil, y forzar así a una negociación que les favorezca. ETA tiene aún la capacidad de detonar no menos de 500 kilos de explosivo al pie de un edificio de viviendas habitado y de hacerlo, además, sin dejar ningún cabo suelto. Al igual que el asesinato de Puelles fue meticulosamente seleccionado, en el atentado de Burgos los pistoleros burlaron las comprobaciones policiales con un duplicado de matrícula casi indetectable. Es decir, la banda conserva los medios y la operatividad suficientes como para no improvisar o actuar apresuradamente. Ignorar este dato llevaría a una idea equivocada de la envergadura que aún tiene la coacción etarra. Razón de más para que el Ministerio del Interior refuerce las medidas de seguridad en torno a los cuarteles e instalaciones de los cuerpos policiales y aplique con más rigor los protocolos de seguridad. La batalla policial se está ganado a grandes pasos, pero requiere todavía un refuerzo añadido que no deje nada al azar o a la buena suerte. Dicho lo cual, conviene no perder de vista cuál es el talón de aquiles de ETA, el que los pistoleros defienden con uñas, dientes y bombas: su brazo político. El atentado de ayer está relacionado directamente con la decisión del Tribunal Supremo de desalojar a ANV de los ayuntamientos, en consonancia con la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Lo que aterra a los pistoleros es que su brazo político, su coartada social, no pinte nada en las instituciones y, por tanto, pierda su poder de intimidación y extorsión. Saben que su fin será inminente en el mismo momento en que sus secuaces políticos y sociales desistan de su protagonismo en el seno del sistema. De ahí que tenga tanta importancia para sus propósitos esa parafernalia de movilizaciones, fiestas, homenajes y mítines encubiertos que los batasunos despliegan con motivo de las fiestas veraniegas de los pueblos, sobre todo en Guipúzcoa. Es posible que la decisión de la Audiencia Nacional de autorizar dichos actos sea impecable jurídicamente, pero la realidad de los hechos va por otro lado y los proetarras aprovechan las ventajas que le ofrece el sistema para sus fines ilegales. Es lamentable que mientras la nueva Ertzaintza está haciendo un excepcional esfuerzo en limpiar de propaganda etarra las calles del País Vasco, se realicen homenajes que, entre otras cosas, las vuelven a empapelar con los rostros de los pistoleros más sanguinarios. La lucha contra ETA no admite fisuras ni dudas bienintencionadas, porque la réplica siempre es la misma: asesinato y destrucción.
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