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Mejor juicio

La Razón
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Con buen criterio, y mejor juicio, mi amiga France dijo con esa naturalidad que se gasta: «Me sobra el exceso de sinceridad». Sí, a veces saber demasiado perturba. Mejor colocarse un profiláctico en el alma, no para vivir en la inopia, sino para no sobrecargar a la realidad, salvo cuando ésta llega y te pega sopapos con tanta persistencia que sólo falta poner el carné de identidad para que te los sigan dando, que ahí, al menos, no quedan marcas. Viene a cuento esto porque nevó en Madrid y la nieve convertida en hielo nos hace andar por las calles midiendo las distancias. Similar pasa en la vida. Se intenta no resbalar en el intento, más que nada para no terminar pegados en el suelo como una calcomanía. Por dignidad, que no por orgullo. Parecido le habría tenido que pasar a Pedro Zerolo, porque en los detalles se ve la consistencia. No se puede ir a una manifestación por el pueblo palestino, por muy buenas razones, o no, que asistan, poniéndose la kufía como si de un foulard de todo a mil euros se tratase. Un palestino no se la coloca por estética, sí por ética y, si sucede, donde procede, no anudado al cuello como si fuese la última prenda de moda. Ponérselo así es un insulto, como tirar piedras a la embajada de Israel. Ninguna razón se sustenta tirando de adoquín, por muy reivincativo que parezca. Es una sinceridad tóxica que no se necesita, salvo para envenenar una realidad que ya es venenosa de por sí. En el ámbito de lo privado¿ Más de lo mismo, la ética tiene que ir acompañada de la estética. En estado de lucha con uno mismo y alrededores, lo mejor es mantener el tipo salvaguardando el decoro. Mejor que liarse a pedradas que luego se convertirán en obuses para legitimar el victimismo. Exceso de sinceridad, ya digo...