País Vasco
Miguel Zugaza: «Yo empezaría el arte contemporáneo por Caravaggio»
N o existe institución española que esté tan dramáticamente marcada por nuestra historia como el Museo del Prado. Es nuestro verdadero tesoro inexpugnable, asediado, errante, frágil y poderoso como el oro. Ni el Banco de España. Al cuidado de él está Miguel Zugaza, que no sé cómo no levita cuando, cerradas sus puertas, alejándose el murmullo de los visitanes, se queda solo en las salas. Un capricho que ni tiene el tiempo de darse. Llegará el día. -¿Existe el G-8 de los museos?-No, existe un G-20, que es una reunión que se celebra dos veces al año entre directores de museos europeos que luego se reúnen con los americanos. -Dicho de otra manera, ¿quién marca el canon?-La cultura y las grandes instituciones culturales se separan un poco de la economía y, desde luego, de la política. Es tan importante el Prado como un pequeño museo en una ciudad alemana... No existe esa jerarquía y, en todo caso, la marca el público. Y posiblemente el Prado, el British, el Metropolitan, el Louvre, los Ufizzi... son lo que son porque tienen el favor del público.-¿Que el arte se separa del dinero? Pero si es en China y en los Emiratos Árabes donde se están abriendo nuevos museos. -El arte siempre ha estado cerca del poder y del dinero. Los museos no viven aislados, pero no responden a las mismas claves, aunque hay intentos de asimilar a los museos con una empresa. Que el Guggenheim, el Louvre o el British quieran expandirse en Abu Dabi y abrir franquicias es un efecto mimético de la deslocalización de empresas. -¿Y el Prado se podría deslocalizar?-Es muy difícil porque es una unidad inseparable, a diferencia del Louvre o del Metropolitan, que guardan miles de objetos de colecciones de todas las civilizaciones y movimientos históricos. El Prado, por contra, se basa en que la colección real permanezca unida. Se nota cuando falta un Goya, un Veláquez, un Tiziano... el museo se resiente. -¿Y por qué España, que forma parte del G-8 de los museos, no lo es del G-8 de la política?-Pues porque el Prado es algo desproporcionado para nuestro país. Lo veo como aislado de la propia dimensión política y social. Es una excepción, ya lo decía Azaña, tiene una hiperrelevancia que se sale de los márgenes del país. -La fascinación de los políticos hacia el Prado, qué misterio.-Es la fascinación que genera el Prado a cualquier ciudadano. Por lo menos la gente que yo conozco; todo el mundo recuerda su primera visita al Prado como algo especial.-Recuerda a algún dirigente político extasiado en las salas.-No, pero un visitante muy especial fue Gadafi. A lo largo de la visita, que fue larga, porque se tomó su tiempo..., quería saber qué representaban en concreto las pinturas y qué ideología había detrás de cada cuadro. -¿Y su primera visita?-Fue en un pequeño viaje que hice nada más terminar el bachiller, antes de empezar la universidad, que fue el primero que hice a Madrid por mi cuenta. Era por el mes de julio y recuerdo el museo inundado de luz como ahora. -En una novela algo folletinesca se diría: «Entonces el joven Miguel Zugaza se propuso ante tanta belleza volver al Prado, pero como director...».-Bueno, eh... Volví muchas otras veces antes de pensar que tendría la posibilidad de trabajar en el Prado. Pero no lo soñé. Lo que me gustaría es, el día que deje esta responsabilidad, volver al Prado para disfrutarlo.-¿No me diga que no disfruta ahora?-Claro, claro... enseguida te das cuenta del privilegio que significa trabajar en este museo, pero el mayor privilegiado es el visitante, que puede perderse por sus salas, recuperar la condición de ciudadano... -¿Qué cuadro le sigue llamando la atención?-Tengo la obsesión de descubrir aquello que para el público no es evidente. Esa es mi obligación y ahora, por ejemplo, un pintor que queremos redescubrir es Juan Bautista Maino, un contemporáneo de Velázquez de extraordinaria calidad pero que vive como secuestrado en el Prado. -Es muy atractiva esa imagen del Prado como sepulcro inexpugnable.-Diría que el noventa por ciento del Prado está ausente del interés del público.-Goya en el Reina Sofía; Bacon en el Prado... Quién lo iba a decir. -Siempre se ha planteado este debate como si fuera una competición. Es un debate abierto para el museo y para los visitantes. Que se desborde el origen y el final del museo, no está mal. Cuando el Prado organiza una exposición de arte contemporáneo es como si tuviera una gran crecida el río... -Marque los límites. -Cada vez valoro más ese cambio revolucionario que fue el paso del siglo XVI al XVII. Cualquier museo de arte contemporáneo debería empezar, en vez de con Goya, con Caravaggio, ahora que hablamos de límites de colecciones. Tiene más importancia ese realismo que al mismo tiempo nos descubre su posición en el universo y nos fascina por cómo se pudre la uva en un canastillo, como en ese maravilloso bodegón. Ahí está el origen de la sensibilidad contemporánea.-Carmen Thyssen dice que lo de exponer arte contemporáneo en los museos antiguos es una moda.-No es una moda. El Prado se inauguró en 1818 con una sala de arte contemporáneo de artistas vivos, entre ellos, Goya, que vivía. Lo que creo es que ahora nos hemos quitado los complejos. El complejo de lo contemporáneo como lo antiacadémico o antihistórico y también el complejo de los museos históricos de mentalidad arqueológica. Eso es lo que nos permite intercambiar obras e ideas con el Reina Sofía.-Si pudiera, ¿para celebrar qué prestaría el «Guernica» al País Vasco?-Su gran misión política fue volver a España, pero si le quedase alguna otra misión que hacer, sí lo prestaría, pero debería ser muy importante... Pero creo que el cuadro está fuera de nuestra historia y está en el tránsito de formar parte de un museo ideal. -Trabaja toda la semana en Madrid y vuelve el fin de semana a Bilbao, como si fuera un ejecutivo del BBVA.-Es una opción... El vínculo con mi familia y con aquel lugar es muy fuerte. En el País Vasco se ha vivido una gran descapitalización, ha salido demasiada gente. Hay muchas cosas para hacer en esa tierra.-¿Sabe que hay directores de museos que envidian su capacidad de seducir a los medios de comunicación?-Pues ya ves lo torpe que soy. No sé por qué me merezco ese honor... Digamos que mi responsabilidad pública me obliga a estar dispuesto a informar, como queda patentemente claro en esta entrevista.
El hombre que no soñó con dirigir el PradoLlegó al Museo del Prado en 2002 procedente del Museo de Bellas Artes de Bilbao, del que era director desde 1996. Dejaba su tierra (nació en Durango en 1964) para ponerse al frente de uno de los grandes museos del mundo. Nunca lo soñó. Es pragmático aunque cercano. El Prado está lejos de las peleas políticas, pero su nombramiento siendo presidente del Gobierno José María Aznar fue interpretado por sectores del nacionalismo vasco como una especie de deserción, alta traición... Estuvo al frente del último periodo del largo proceso de ampliación del museo, lo que ha supuesto una modernización de todas sus estructuras.
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