Debate Estado Nación
Motivos para no creer
Hemos llegado al extremo de creer antes a Egibar que a Zapatero. «Estuvieron cinco días reunidos con ETA durante la última campaña electoral», ha dicho el portavoz del PNV. «Para comprobar si mantenía la tregua», explica el Gobierno. ¡Cinco días para enterarse de si se mantenía una tregua violada cinco meses antes, con dos muertos incluidos! ¡Pues sí que son duros de oído, de mollera o de cara! Zapatero se ha instalado en la mentira permanente, en la contradicción cotidiana, en el embeleco continuo. Llamó a Otegui hombre de paz, y le ha metido en la cárcel. Ofreció a Maragall darle lo que quisiera, y le envió al paro. Permitió al ANV presentarse a las municipales, y se lo prohíbe en las generales. Prometió la paridad en las listas electorales, y no la ha respetado. Anunció el fin del diálogo con ETA, y siguió dialogando. Negó haber hablado con Sarkozy sobre Iberdrola, y habló. Predicó talante, e insulta a diario. Sólo le falta declararse seguidor del Madrid tras haber sido del Barça toda la vida. Uno no sabe de qué asombrarse más, de su doblez o de su descaro. Aunque en él pueden ser la misma cosa. En ese sentido, se parece a Clinton, que ante el episodio con la becaria, salió con aquello de que «el sexo oral no es sexo», y se quedó tan pancho. Del mismo modo, para Zapatero, la crisis económica no es crisis, las conversaciones con ETA no son conversaciones, las promesas no son promesas y los conceptos no son conceptos, sino garrulerías. Hay adictos a la mentira, como los hay al juego, al alcohol o al sexo. De todos ellos, los más peligrosos para los demás son los primeros. Y si están al frente de un gobierno, no quiero contarles. Ya sabíamos que los políticos mienten. ¡Pero tanto! El PSOE ha elegido como lema de campaña «motivos para creer». El rasgo más típico del mentiroso es presumir de lo que no tiene. La trayectoria de Zapatero ha sido precisamente «motivos para no creerle». Es como, mentira tras mentira, falacia tras falacia, embuste tras embuste, ha logrado que nos merezca menos credibilidad que Egibar. Enhorabuena a ambos.
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