Rusia
Negro futuro
La llegada de 2009 no va a suponer, como otras veces, un repaso a un antes y un después. Y no es porque 2008 haya sido un año carente de emociones. Todo lo contrario. En la Antigüedad se decía que la «conjunción de los astros» en su recorrido estelar era la que influía en el devenir de los hechos. Nada ha quedado al margen del zarpazo que está derribando las torres del sistema construidas por los humanos desde mediados del siglo pasado.
No creo que los lectores después de las uvas de este final de diciembre vayan a estar muy pendientes de Afganistan, Oriente Próximo, Rusia o de si la UE conseguirá por fin un nuevo Tratado, que permita funcionar con solvencia, eliminando trabas burocráticas, a las instituciones comunitarias.
A lo sumo, estarán pendientes de por donde les puede llegar la próxima catástrofe natural, si los servicios de prevención les alertan a tiempo, y con un grado superior de suerte salvarse del próximo atentado del terrorismo nacional e internacional.
Sin ningún género de dudas la principal atención de los lectores estará fijada en resistir a esa crisis económica que discriminatoriamente va empobreciendo sus hogares a unos niveles en donde ni el trabajo ni el dinero están asegurados y en donde el único consuelo que reciben de sus gobernantes es el aviso de que los trimestres venideros serán peores que los anteriores.
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