Literatura

Rusia

«No hay una gran novela de la Guerra Civil»

La Razón
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Juan Eduardo Zúñiga (1929) el estallido de la Guerra Civil le cogió en Madrid. Tenía entonces siete años. Como a millones de españoles, aquellos años le marcaron de forma indeleble. Él trataba de ahuyentar el temor a las bombas cuando abría los libros de Julio Verne y se sumergía en «Las minas del rey Salomón», de Henry R. Haggard. Éste último le inició su afición por países lejanos y culturas desconocidas.

Zúñiga es desde hace mucho tiempo un especialista en literaturas eslavas. Pocos autores en nuestro país conocen al dedillo una obra como la de Turguéniev y su alcance. Zúñiga es uno de ellos. «Nido de nobles» fue la novela del ruso que le cambió la vida: «Significó el descubrimiento de cómo puede convertirse en literatura la existencia de los contemporáneos», dice.

Zúñiga es también uno de los pocos que ha descrito con suma precisión el día a día, el sufrimiento, la desesperación y el heroísmo cotidianos de las personas que vivieron aquellos años malditos que van del 36 al 39.

La editorial Cátedra acaba de publicar en un solo tomo la trilogía que hizo sobre la Guerra Civil, compuesta por «Largo noviembre en Madrid, «La tierra será un paraíso» y «Capital de la gloria», siguiendo un orden cronológico y enriquecido con un estudio previo.

La contienda española está más viva que nunca en la imaginación de los novelistas españoles, sin embargo «no se edita tanto sobre este asunto como se dice», repara Zúñiga. «Es un tema apasionante –admite–, y no sólo español, nuestra guerra representaba un gran enfrentamiento ideológico y ese debate sigue abierto y continuará siendo fuente de inspiración para muchos escritores». Sus fuentes en este terreno son muchas, pero recuerda especialmente la serie que Max Aub firmó bajo el título «Laberinto mágico», y «Días de llamas», de Juan Iturralde, «por su valor documental». Sin embargo, Zúñiga tiene claro que «la gran novela totalizadora sobre la Guerra Civil, esa "Guerra y Paz"de Tolstoi sobre la invasión de Rusia por el ejército de Napoleón, aún no se ha escrito».

Hasta que ese gran libro aparezca (él mismo lo podría escribir o haberlo escrito ya), hay decenas de títulos en su casa que esperan a ser releídos. Están Pushkin y Pessoa, Aquilino Riveiro y no muy lejos Chéjov, Pío Baroja y Larra. «Sí, me gusta releer a ciertos autores porque en cada lectura el texto cambia, como también yo he cambiado, y se renueva el placer de la primera impresión». Y si no sale a una librería: «Me gusta hojear en las librerías. Me fijo en los títulos; me atraen o me distancian, tienen mucha importancia».

Una clase de literatura rusa
La literatura rusa es una dimensión inabarcable, pero ¿qué hilo invisible une a los literatos rusos del siglo XIX? Zúñiga responde: «Lo que define a estos escritores es la contemporaneidad de sus temas y sus personajes. El cine de hoy se basa en figuras atormentadas de Dostoievski, en la profundidad psicológica de su tratamiento de la culpa y la expiación, y en la fórmula narrativa de Chéjov de sugerir y no mostrar, el paso del tiempo y los amores frustrados. Incuestionables el talento de

Bulgakov y Platonov, testigos críticos de la sociedad y maestros de una bella escritura simbólica».