Afganistán

Ofensiva contra los terroristas

La entrada israelí en Gaza era inevitable para desmantelar las bases de los islamistas

La Razón
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La entrada del Ejército israelí en la franja de Gaza, una semana después de que inciara los bombardeos contra las bases terroristas de Hamas, no ha cogido a nadie por sorpresa, aunque la comunidad internacional albergaba la esperanza de que podría evitarse. Nada hubiera sido más deseable, como querían los israelíes, que un apaciguamiento del conflicto, pero los dirigentes radicales islamistas que controlan este territorio han seguido lanzando misiles contra la población civil israelí, causa y origen de la intervención militar ordenada por el Gobierno de Olmert. Dicho de otro modo, la entrada de las tropas israelíes en Gaza no sólo era inevitable desde el punto de vista militar, sino también deseable para evitar un mayor número de víctimas inocentes causadas por los bombardeos aéreos.
En efecto, las tácticas suicidas que preconizan los líderes de Hamas no sólo consisten en enviar a sus militantes al martirio cargados de explosivos, sino también en utilizar a la población civil como escudos humanos y a sus cadáveres como carne de propaganda, sobre todo cuando las víctimas son niños y mujeres. De ahí que, sin escrúpulo alguno, empleen mezquitas, hospitales, escuelas y otros edificios públicos como depósitos de armas, centros de adiestramiento terrorista e, incluso, como lugares desde el que se disparan los misiles «Qasam», quinientos de los cuales han sido lanzados en los últimos meses. Si a esta abominable práctica se añade que Hamas burla los controles fronterizos con Egipto a través de una extensa red de túneles subterráneos por los que introduce armas y misiles procedentes de Irán y Siria, se concluye que al Ejército israelí no le quedaba otra alternativa que actuar directamente sobre el terreno para desmantelar los arsenales e infraestructuras de Hamas, cortar sus vías de suministro y limitar sus movimientos. Todo apunta a que la operación militar será larga y dura. Sin embargo, debería darse la bienvenida a las iniciativas y a los esfuerzos diplomáticos para que no se prolongue el conflicto y para que, como pidió ayer el Papa Benedicto XVI, se ponga fin a esta trágica situación. El fracaso de instituciones como la ONU o como la propia UE en este asunto es muy frustrante para la comunidad internacional. Sin embargo, no debe olvidarse cuál es la naturaleza de Hamas, organización que ha sido declarada terrorista por la UE, EE UU, Japón y Australia, es decir, por todo el mundo democrático. En consecuencia, no es aceptable que se ponga en un mismo plano de igualdad a un Estado de Derecho y a su Gobierno demócrático, como es el caso de Israel, con una organización radical que rechaza los principios democráticos, no respeta los derechos humanos y aspira a instaurar un régimen islamista y teocrático. Equiparar a ambas partes supondría algo peor que un error: ignorar que en este conflicto lo que está en juego es la libertad y la democracia, el respeto a la pluralidad y la lucha contra las dictaduras islámicas, ya sea en Oriente Medio, en Irak o en Afganistán.
Además, conviene recordar que con su decisión de plantarle cara a Hamas, el Gobierno de Israel enmienda el fracaso de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Abu Mazen, que intentó neutralizar si éxito a sus oponentes radicales, pero acabó siendo expulsada de Gaza. ¿Cuántos de los que se manifiestan estos días a favor de «los palestinos» no recuerdan que Hamas ha detenido, torturado, expulsado y asesinado a decenas de palestinos moderados que vivían en Gaza por no doblegarse a sus designios? El pueblo palestino se desangra en una guerra civil y su causa no es Israel, sino Hamas.