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Pactar las fantasías sexuales

Consensuar, no conceder. Ése es el pilar básico para que ambos disfruten de los sueños eróticos y pongan en marcha los deseos que guardan en la mente

Pactar las fantasías sexuales larazon

Cuanta más imaginación tiene uno, mayor es el abanico de fantasías sexuales que esperan ser cumplidas. Con la pareja, con la pareja de otro, solos, en grupo, disfrazados, desnudos, dominando, obedeciendo... Los pensamientos eróticos pueden surgir en diferentes contextos: de forma intencional para pasar el rato, para encender la chispa en un momento puntual y revitalizar la relación o simplemente surgen de forma espontánea. También ayudan a excitarse en ciertos momentos de difícil concentración, de bajo deseo sexual o a la hora de disfrutar en soledad.

Según explica el psicólogo y sexólogo Antonio Casaubón, presidente de la Asociación Española de Especialistas en Sexología (AEES), «es bastante frecuente, tanto en hombres como en mujeres, tomar la actitud de voayeur, mirando a su pareja y estimulándose a sí mismo mientras observa. Jugar con sabores, olores, luces, ropa, múscia, etc., son otros de los clásicos».Sin embargo, en ocasiones la pareja pide o sugiere ciertas prácticas que pueden echar hacia atrás al otro, bien por pudor, o porque consideran que las propuestas son un tanto excesivas. De hecho, «existen prácticas bastante frecuentes que algunos individuos no consideran como tal», añade Casaubón. Es el caso del sexo anal o el sexo oral. «Aunque son comunes, hay gente a la que no le gusta».

¿Dónde está el Límite?

Pero ninguno de los «participantes» debe sentirse mal por considerarse un obsceno o por todo lo contrario, verse como un estrecho. Casaubón advierte de que «los límites los marca cada persona. Lo importante es que no dañe ni física ni psíquicamente». Por ello, lo ideal es «consensuar, no cumplir con las fantasías como concesión, porque en este último caso va a haber reparos y se pierde parte de la magia».

Para Manuel Lucas, presidente de la Sociedad Española de Investigación en Sexología (SEIS), las claves para que ambos puedan cumplir con los deseos que les dicta la mente, son tres: «Negociación, respeto y comprensión. Se debe respetar siempre la forma de pensar de cada uno. Además, las fantasías no tienen por qué cumplirse obligatoriamente. Muchas forman parte de lo imaginario. Hacer todas realidad puede ser un disparate». Y un ejemplo de ello es el caso en el que «una mujer se prestó al cambio de pareja por deseo de su marido y eso afectó a su relación, porque se sentía moneda de cambio», argumenta el presidente de la AEES.

El motivo por el que no existe necesidad de cumplir siempre con los pensamientos eróticos se debe a que, en ocasiones, la presión repercute de tal manera que sobrevienen problemas en la respuesta sexual, esto es, gatillazos, coitos dolorosos (dispareunia), vaginismo e, incluso, una reacción fóbica al sexo. Casaubón ejemplifica: «Conozco el caso de un hombre a cuya mujer empezó a apetecer, en lugar del misionero, controlar la situación y ponerse encima. En consecuencia, el hombre empezó a sufrir disfunción eréctil».

Este tipo de ejemplos demuestran que no existe una gran diferencia entre ellos y ellas a la hora de echar imaginación al asunto. Sin embargo, parece que los varones son algo más explícitos. Casaubón matiza que «aunque cada vez son más mujeres las que toman la iniciativa, todavía estamos en ese proceso de cambio». Es más, algunas veces a ellas les resulta más fácil imaginar, porque «a veces la testosterona nos los impide, porque nos obnubila», concluye Manuel Lucas.

 

Lectura erótica

No obstante, como no siempre podemos echar la culpa de nuestra falta de imaginación a las hormonas, si lo que queremos es desarrollar al máximo nuestra capacidad de inventiva en la cama (o donde proceda), los consejos son variados. Por ejemplo, echar mano de la literatura erótica. «Esto permite planear las fantasías con la pareja para compartir las experiencias. Se puede planear primero en papel y luego entrar en el juego, uno él y otro ella», recomienda Casaubón. Aunque lo principal es aprender a decir sí y a decir no. Si se razona, no debería haber ningún problema y puede evitar graves secuelas.