Nueva York
«Probablemente los nazis querían matar a Picasso»
El historiador de arte ha comenzado a escribir la cuarta parte de la biografía del artista malagueño
John Richardson, 85 años, parece que puede hablar durante horas de Picasso sin necesidad de que le hagan ninguna pregunta. Conoció al artista malagueño en los años 50. Y hace unos 40 empezó un proyecto que le llevó a convertirse en el gran biógrafo del genio. Lleva ya tres volúmenes, publicados en 1991, 1996 y 2007. Ahora trabaja en el cuarto. La cita con Richardson es en su casa, cerca de Union Square. La excusa de la entrevista es la exposición «Picasso: Mosqueteros», que se ha podido ver hasta primeros de mes en la galería Gagosian. La verdadera razón es acercarse al mundo del británico para aprender un poco más del pintor malagueño. Con esta exposición, Richardson ha querido que se reconozca el trabajo de los últimos años de Picasso, una etapa creativa por la que fue muy criticado. Son las obras que realizó entre 1962 y 1972 que llevaron a los críticos a tacharle de loco.
Abre la puerta la que parece ser su ama de llaves. Y entonces asoma él, a las diez y media de la mañana, con una chaqueta sobre una camiseta blanca. Escoge una sala para sentarnos a la que se llega después de un pasillo. Al fondo, se puede ver otro pasillo y otra habitación. Da la impresión de que nunca va a terminar la sucesión de salas. Grandes pilas de libros desordenan el gigantesco apartamento. Se pueden ver por todas partes. Parece que a Richardson no le molestan. Todo apunta a que ha sido él el que los ha puesto en el lugar en el que se encuentran. «Yo soy británico», explica. Quizá él no lo sabe, pero ya le ha delatado su acento. De repente, aparece su gato. Él le saluda y lo acaricia.
-¿Cuándo empezó a escribir sobre Picasso?
-Me gustó su trabajo desde que tenía 13 años y estudiaba en el colegio. Tuve mucha suerte porque fui a París cuando tenía veintitantos y conocí a Picasso. Estuve viviendo en el sur de Francia. Solía venir a mi casa, que compartía con un coleccionista de arte, llamado Douglas Cooper. Picasso solía visitarnos en verano para ver los toros. Después de las corridas dábamos una cena con Luis Miguel Dominguín, Lucía Bosé y también venían gitanos a bailar y escuchábamos cante jondo. Entonces, empecé a escribir un estudio sobre sus retratos. Y él me ayudó. Recuerdo que hablaba de Dora Maar y Marie-Thérèse. Entonces me dijo: «Tiene que ser terrible para una mujer ver a través de mis cuadros que ha sido reemplazada». Me encantaron. También me confesó: «Mi trabajo es mi diario». Así que me concentré en ese aspecto y me convertí en su biógrafo. Un trabajo que me ha mantenido ocupado muchos años, unos treinta. Ahora estoy trabajando en el cuarto volumen de su biografía. Le toca el turno a la Guerra Civil y la etapa con Rafael Alberti. Los estadounidenses y los franceses no entienden muy bien a Picasso porque no comprenden lo español que era.
-¿Cree que Picasso se enfadó con España?
-Él era muy español y muy andaluz, sobre todo se notaba en su fuerte mirada fuerte [que Richardson pronuncia en español]. Podía poseer a una mujer con sus ojos. Nunca se identificó con los franceses. Fui con Picasso a Perpiñán cuando tenía un romance con una mujer de allí. En un momento del viaje, recuerdo que nos quiso enseñar la Cataluña francesa porque no podía ir a la española. Pasamos unos días en la zona. Entonces fuimos a un café en la frontera. Picasso se puso a caminar sólo para ver España. Y estuvo contemplándola durante diez minutos.
-¿Por qué piensa que los nazis no le tocaron a pesar de ser del Partido Comunista?
-Porque hubiesen tenido a todo el mundo del arte en contra de ellos. Y eso habría sido un terrible error. Los nazis probablemente le querían matar. Pero creo que estaba muy bien protegido. Incluso, también pudo cuidar de él Franco. Y, además, también era precavido, aunque decidió quedarse en París. La gente quería que se viniese a Estados Unidos, otros a Inglaterra, otros a Suiza. Él era grande y muy valiente dentro del estudio, pero no fuera. Le daba miedo todo. Aunque se plantó frente a los nazis en un gran acto de valor.
-La última etapa de su pintura es quizá la menos comprendida. ¿Cómo llegó Picasso hasta ahí?
-En 1966 se sometió a una operación muy seria y tuvo una larga convalecencia. Durante ese tiempo, leyó a Lope de Vega y Shakespeare. Cuando se encontró mejor, empezó a pintar de una manera más libre. Estaba siempre en una carrera constante contra la muerte, le aterraba. Estas pinturas, las de la exposición, son una lucha contra la muerte.
-¿Quién era Picasso entonces?
-¿Quién era Picasso?. Un gran artista, quizá una gran representación de lo que era un artista en ese momento. Pero cuando se enseñaron estas pinturas en Aviñón en la gente pensó que estaba loco, que estaba en contra de su tiempo.
¿Un topo forzó el robo?
Las extrañas circunstancias en las que se produjo la «limpia» desaparición de los 33 croquis de Picasso (valorados al final en tres millones de euros) apuntan a que el robo no se pudo hacer sin la colaboración interna de alguien que conoce bien el museo. El delito se cometió por la noche y esquivando el complejo sistema de protección que custodiaba el cuaderno. Por eso, las autoridades no descartan que se trate de un robo «por encargo». Tampoco excluyen que el cuaderno «siga en el museo», informa Álvaro del Río desde París.
✕
Accede a tu cuenta para comentar