EPA

Radiografía de un drama

El desempleo crece a un ritmo récord del 66% en 2008 hasta una tasa del 14%, según la EPA

La Razón
La RazónLa Razón

La última Encuesta de Población Activa (EPA), correspondiente al cuarto trimestre del pasado año, es una radiografía fiel del convulso drama social y económico que padece España en estos momentos. Las cifras hablan por sí solas y las estadísticas desnudan una realidad alarmante que afecta cada a día a más gente y, lo que es peor, sin que se atisbe ningún síntoma de recuperación en el futuro inmediato. La sangría laboral continúa a un ritmo aceleradísimo, como corresponde al país europeo líder en desempleo. El paro aumentó en 1.280.300 personas en 2008, un 66,4% respecto a 2007, con lo que el número total de parados alcanzó los 3.207.900, la cifra más alta desde 1996. La tasa de desempleo subió hasta el 13,91%, su nivel más alto también desde el año 2000. Estos números se traducen en otros que detallan perfectamente el alcance de su impacto sobre la ciudadanía. En España hay ya 827.200 hogares con todos sus miembros desempleados, casi el doble (385.500 más) que un año antes, lo que representa un aumento del 87,28%, y que se plasma además en que tenemos más de cuatro millones de familias en las que ninguno de sus integrantes trabaja, incluida población inactiva como jubilados y estudiantes. Estamos, sin duda, ante un panorama de emergencia. Lejos de desmarcarse de ellas, la EPA está en la línea de las recientes previsiones de la Comisión Europea para nuestro país, que hablaban de que el PIB español caerá este año el 2% y volverá a retroceder en 2010, el 0,2%, mientras que el paro seguirá subiendo hasta el 16,1% en 2009 y el 18,7% el próximo ejercicio. La opinión entre los expertos y las entidades de estudios macroeconómicos coincide casi por unanimidad en que la cifra de parados superará los cuatro millones a final de 2009.
Pese a todo, el Gobierno no se apeó ayer ni un milímetro del discurso que mantiene desde hace meses contra viento y marea, dijo que España está en «la peor fase de la crisis», pero que se recuperará «poco a poco», y agregó que «no abandonará a nadie a su suerte». Pero nada más. En esta coyuntura, si alarmantes son los resultados de la EPA, no lo son menos las sensaciones que transmite a la opinión pública un Gobierno sobrepasado por los acontecimientos y aprisionado por la envergadura de la crisis. La evolución de la situación y los muy pesimistas augurios del propio Ejecutivo y de la Comisión Europea son la constatación del fracaso de una política económica errada. Los sucesivos planes de contingencia han estado marcados por la improvisación y la superficialidad. Se ha atacado a un cáncer terminal con aspirinas, pero se ha vendido políticamente con una retórica tan retorcida como envolvente. Esa secuencia de parches ha debilitado las arcas públicas hasta condenarlas a un déficit público desproporcionado que terminaremos pagando muy caro. El propio vicepresidente Pedro Solbes ha reconocido que el Gobierno ha agotado su margen de maniobra. Y es cierto. La política del subsidio, del gasto público, de la deuda está extenuada y sus resultados están a la vista. Pero es falso que no existan respuestas eficaces que ya fueron aplicadas con éxito en circunstancias similares por las Administraciones del PP. Se ha preferido no acometer reformas fiscales ni laborales, ni otras estructurales, que incidieran en la competitividad y la productividad, porque muchas de ellas exigirían decisiones duras y dolorosas y conllevarían un desgaste político no menor. Las recetas, por tanto, existen, pero es precisa la determinación para aplicarlas. Zapatero debe escuchar y atender a la oposición porque la situación lo exige. Como exige su comparecencia en el Congreso y el relevo por agotamiento del responsable de una política económica consumida.