Reino Unido

Reino Unido tendrá que aclarar si un familiar puede ayudar a morir

Debbie Purdy, feliz con su marido, Omar Puente, tras conocer la noticia
Debbie Purdy, feliz con su marido, Omar Puente, tras conocer la noticialarazon

LONDRES- Debbie Purdy consiguió ayer un logro histórico que cambia el panorama del suicidio asistido en Reino Unido. Cinco magistrados de la Cámara de los Lores, máxima instancia judicial del país, respaldaron la petición de esta británica de 46 años para que la Fiscalía de Estado clarifique cuándo se puede procesar a una persona que ayuda a otra a morir en el extranjero.Enferma de esclerosis múltiple, Debbie inició hace años una batalla legal para que la ley dejara claro qué podría pasarle a su marido si la acompañaba en el futuro a Suiza para poner fin a su vida. El suicido asistido está tipificado como delito en Gran Bretaña y acarrea una pena máxima de catorce años de cárcel. Más de un centenar de ciudadanos británicos ha acudido a la famosa clínica Dignitas sin que sus familiares hayan tenido que rendir luego cuentas ante la Justicia, pero Debbie quería dar un paso más. La enferma necesitaba que la Fiscalía explicara por escrito los factores que considera relevantes para procesar a alguien en las citadas circunstancias. Tras una arduo camino, lo consiguió.En 2001, Diane Pretty no tuvo tanta suerte. La británica tetrapléjica de 43 años, ya fallecida, acudió también a los tribunales para que se le permitiera la eutanasia asistida por su marido, pero fracasó en su intento por conseguirle inmunidad.Postrada en una silla de ruedas y flanqueada por su esposo, Debbie no podía contener su alegría. «Se ha dado un paso enorme hacia una ley más compasiva», manifestó. «Estoy extasiada. Me siento como si me hubieran indultado. Quiero vivir mi vida al máximo, pero no quiero sufrir innecesariamente al final», comentó. Para la británica, la decisión de los lores significa que puede hacer «una elección bien fundada» con su marido sobre si él viaja con ella al extranjero para acabar con su vida, ya que ahora sí sabrán exactamente a qué se atienen.El debate del suicidio asistido siempre ha estado presente en las islas. En lo que va de año, dos muertes en Suiza han focalizado aún más la controversia. En octubre, la promesa del rugby Daniel James, de 23 años, fue ayudado por sus padres a viajar a Suiza para acabar con su vida tras sufrir una parálisis de pecho para abajo a raíz de un incidente en una melé durante un partido de marzo del pasado año.A principios de este mes, el conocido director de orquesta británico Sir Edward Downes y su esposa, Joan, también acudieron a la clínica. Ella, una ex bailarina de 74 años, sufría un cáncer terminal. Él, que estaba perdiendo el oído y la vista, decidió que no quería seguir viviendo sin su esposa después de 54 años de vida en común.