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«Riquezas en los desiertos» por Ramón Tamames

«Riquezas en los desiertos», por Ramón Tamames
«Riquezas en los desiertos», por Ramón Tamameslarazon

Sobre los 170 millones de kilómetros cuadrados de tierras emergidas en nuestro planeta, unos 40 millones, es decir, casi el 25 por ciento, lo constituyen desiertos de una u otra naturaleza. Incluyendo las grandes extensiones heladas de la Antártica y de la Antártida. Así como los grandes vacíos del Sahara y Kalahari en África, del centro de Australia, del Gobi, Sinkiang y el Tibet, y de las Américas, desde Mojave hasta Atacama. Todos los citados, y los que cabría mencionar adicionalmente, son desiertos demográficos. Lo cual no significa que en ellos no exista vida: hay un amplio repertorio de fauna y flora, amén de grandes riquezas en el suelo y subsuelo, así como posibilidades energéticas extraordinarias. Un botón de muestra: los chinos extraen la mayor parte de su carbón y petróleo de las regiones desérticas aludidas de Mongolia Exterior y el Turkestán. Podríamos seguir con la enumeración de aplicaciones, pero la faceta ahora más importante de los desiertos en la zona intertropical, y sobre todo en el Sahara, es la posibilidad de aprovechar masivamente la helioenergía, sea fotovoltaica o termosolar. Siendo muchos los que estiman que con la producción del Sahara, y siempre que se resolvieran los problemas de transporte a larga distancia, esa tierra que en árabe significa «La Nada», podría alimentar a Europa entera de toda la electricidad necesaria. Análogamente, se piensa que la amplia región patagónica, donde el viento sopla con tanta frecuencia como intensidad, podría ser mañana un auténtico Golfo Pérsico eólico. En definitiva, respetando la naturaleza, y no es tan difícil hacerlo, lo que hoy son grandes vacíos de población y de escasa actividad, podrían convertirse en fuentes energéticas libres de CO2 y otros gases de invernadero. Un reto ambiental, pues, que no puede menospreciarse a partir del inmediato futuro. Es una visión que en tiempos caracterizó el economista norteamericano, neomarxiano por más señas, Paul Sweezy, en un libro titulado «El presente como historia».