Cid

«San Isidrín» por Alfonso Ussía

«San Isidrín» por Alfonso Ussía
«San Isidrín» por Alfonso Ussíalarazon

Me pide Patricia Navarro un adelanto del inmediato San Isidro. Este año, San Isidrín. A la feria taurina por excelencia, que es la de Madrid, le sucede algo parecido al Real Madrid. Que las figuras no quieren venir. Se dice que Madrid es el que da y el que quita, pero me temo que están empezando a perderle el respeto a la Plaza de las Ventas. Que si José Tomás se ha subido a la parra de las pretensiones, que si Enrique Ponce no ha alcanzado un acuerdo, que si tal o que si cual.Por un lado, entiendo a las figuras que no vienen. De un tiempo a esta parte, el público venteño se ha convertido en un segundo toro en el ruedo. Hay mucha cursilería detrás del purismo y del torismo de Madrid. Esos pañuelos verdes. Esa amnistía permanente al que llega y la áspera exigencia al que ha alcanzado su lugar en la cumbre de la tauromaquia. No obstante, no todos lo de la cumbre son tratados de igual manera. José Tomás cuenta con más amplitud de amnistía que Enrique Ponce, por poner ejemplos de los que no vienen. Ponce es una persona agradable y normal, ajena a relevancias y galleos fuera de la plaza. Tomás, que es un torerazo, anda en busca del clamor de los intelectuales. Se murió Bergamín y nadie lo ha sustituido. Bergamín eligió a Rafael de Paula para escribir algunas tonterías, que por ser de Bergamín también se las han perdonado. Ahora rechazaría a José Tomás y se iría con Morante de la Puebla, que sigue siendo una ilusión más que una realidad. Y viene «El Cid», que además de un maestro es el torero más hondo y más honrado de todos. Una pena que José Tomás no haya bajado un poco su pretensión de 420.000 por tarde. En Madrid podría haber confirmado que cuenta con la suficiente autoridad como para hacer feos a sus compañeros de angustias. A Ponce lo entiendo mejor. ¿Para qué un nuevo esfuerzo con un público que no le perdona una y se siente molesto por su posición privilegiada? Una cosa es cierta. No son necesarias las grandísimas figuras para que la Feria de San Isidro se abra a nuevas expectativas. Uno, que aprendió a amar la Fiesta viendo torear a Beethoven –es decir, a Antonio Ordóñez–, no es excesivamente optimista. Hoy, las auténticas figuras se cuentan con los dedos de una mano. En aquellos tiempos, Antonio Ordóñez –que toreaba «miuras», «condes de la corte» y lo que le echaran– tenía a su cuñado Luis Miguel, a Paco Camino y Diego Puerta, a Manolo Vázquez y «el Viti», a Curro Romero y Rafael de Paula, Julio Aparicio, Gregorio Sánchez, Jaime Ostos, Rafael Ortega, Chicuelo, Victoriano Valencia… y los muchos que mi falta de memoria demandan su nombre. Aquello era otra cosa. ¿Y el futuro? Lo hablaba meses atrás con Curro Romero. En España no hay hambre. El hambre es el acicate del arte de torear. ¿Serán los inmigrantes los toreros del futuro? Curro, en un momento genial, sentenció: «Serán chinos». ¿Cómo será el público inflexible de Las Ventas con los toreros chinos? Me voy por las ramas. Charlábamos hace unas semanas en el nuevo «Burladero» de Sevilla. Estaban Paco Reyero, Enrique de Miguel, Curro Romero. Don Francisco nos contó que Antonio Ordóñez estaba muy preocupado con su inmortalidad. «Curro, si no toreas una corrida de Miura no pasarás a la inmortalidad». Y Curro se lo pensó. «Antonio, he decidido que no quiero pasar a la inmortalidad».Aquella generación es inmortal. Ofrecían la femoral con seis cortijos. Lo de ahora es más blando. Y las figuras rechazan sus tardes de San Isidro.