Francia

Sarkozy

Se presentó con «la ruptura tranquila» y en dos meses rompió hasta la vajilla de la suegra

La Razón
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«Las mentes brillantes manejan ideas, las mediocres hablan de los demás», dice el refrán anónimo. Por eso Sarkozy, que a tenor de su descomunal ego intenta reunirlo todo, es capaz de venderle al mundo una idea tan delirante como la refundación del capitalismo, y a su vez criticar a los otros, solazándose –según él– con la poca inteligencia de Zapatero. Y ello, a raíz de que nuestro presidente anunciara la saludable y brillante medida de reducir drásticamente la publicidad en la televisión pública. ¡Qué hartazgo con aquellos que reparten carnets, más si son de inteligencia! ¡Menuda carta de presentación para la visita que Sarkozy y Bruni, harán a España, en diez días! Ardo por conocer cuánta inteligencia le repartirá el francés a Zapatero, en la rueda de prensa que ambos ofrecerán de forma conjunta en Moncloa. Será el momento de decirle lo que yo le anticipo ahora: Zapatero todavía no ha hecho chorradas de su nivel, porque no se ha propuesto salvar España como él pretende con Francia. Y Zapatero no se ha presentado en una campaña como él hizo llamando a «la ruptura tranquila» para en dos meses romper hasta la vajilla de la suegra. Esa ruptura tranquila no es compatible con sus muecas nerviosas, sus tics agresivos, su arrogancia personal, su radicalismo ideológico, su autoritarismo, su inestabilidad emocional y su cultura de la represión policial. Sólo un hombre que vive acomplejado como él aspira a ser un Napoleón moderno, a refundar el mundo y la República y a colocarse a una mujer como un pisacorbatas, a la que ha prohibido subirse a un zapato de tacón. Zapatero ni luce complejos ni luce pisacorbatas. Como tampoco Zapatero habría aceptado una frase tan ofensiva como la que Berlusconi le espetó por el origen italiano de Bruni: «Yo te he dado a tu mujer». Y vengan risas. Y vengan elogios a Berlusconi, en el mismo acto en el que denostó la inteligencia de Zapatero. ¡Acabáramos! A los dos, al francés y al italiano, se les veía venir: ambos se han encontrado en su machismo, su afán por las payasadas y su hambre de focos. En breve Sarkozy se nos hará un lifting. Me quedo con Zapatero. Es más: me gusta su tontería.