Conferencia Episcopal
«Sectores de la izquierda quieren resucitar el anticlericalismo»
ROMA- -¿Cómo se explican al Vaticano decisiones del Gobierno español como el matrimonio entre homosexuales, el divorcio exprés o la asignatura de Educación para la Ciudadanía?
-Llegué a la Embajada en la mitad de la legislatura y ya se habían aprobado las leyes a las que hace referencia, que no fueron precisamente del agrado del Vaticano. La Santa Sede siempre ha tenido una idea muy clara en lo referente al concepto de familia, de matrimonio y a la defensa de estas dos instituciones, que están hoy muy seriamente amenazadas, no sólo en España, sino en todo el mundo. Cuando me hice cargo de la Embajada, mi primera labor fue recomponer el diálogo para poder conseguir acuerdos. La situación mejoró con el viaje de la vicepresidenta Fernández de la Vega con ocasión del Consistorio en que don Antonio Cañizares fue creado cardenal. Aquel momento marcó una nueva etapa en las relaciones entre el Gobierno español y el Vaticano que se plasmó en acuerdos importantes, algunos de los cuales no se habían logrado en los años anteriores de democracia. Me refiero al acuerdo de financiación o al estatuto para los profesores de religión. Hoy la situación es satisfactoria, aunque siempre mejorable.
-¿En qué aspectos se puede profundizar más la relación?
-Se puede mejorar en uno de los desafíos más importantes que sufren Europa y España, que es la inmigración. La Iglesia es una institución con una importantísima presencia en África y puede ayudar muchísimo a frenar la inmigración ilegal y a desarrollar programas de cooperación a través de sus instituciones. En Hispanoamérica también hay unas posibilidades muy grandes de colaboración, sobre todo por el apoyo que España puede prestar a muchas instituciones de la Iglesia. Me refiero a la Iglesia misionera, cuyos miembros son en muchas ocasiones de origen español. En Oriente Medio también se abre un campo de cooperación. Allí la Iglesia tiene una importancia fundamental. Es determinante contar con su opinión y apoyo en crisis como la de Líbano o en la acción social hacia el pueblo palestino. Ahí podemos avanzar mucho.
-¿Cómo sería esa cooperación para frenar la inmigración ilegal?
-La Iglesia tiene una labor en África encomiable, hasta el punto de que muchos gobiernos africanos encomiendan a instituciones religiosas la administración de centros de formación o de hospitales. Además, es una garantía contra la corrupción, que es una lacra que asola estos países. España está haciendo un esfuerzo en materia de cooperación internacional tremendo. Lo interesante sería que estos dos esfuerzos puedan coordinarse y compaginarse. Es un tema del que me ha hablado el ministro Moratinos: conseguir que a través de las instituciones de la Iglesia, sobre todo en el Golfo de Guinea que es de donde viene el mayor flujo de inmigrantes ilegales, se pudiera desarrollar la formación profesional de las personas que España requiriera como mano de obra. Además, de esta manera se frenaría la inmigración clandestina.
-¿Existe ya algún proyecto conjunto en este campo?
-Ya he hablado con altos responsables vaticanos sobre esta materia. Por parte de España hay una disposición plena para establecer unas bases más estrechas de colaboración. Desde el punto de vista estrictamente político, la Iglesia es una entidad universal. Está presente en todo el mundo, pero sobre todo su presencia se hace más acusada en aquellos lugares más abandonados a su suerte. La Iglesia puede ser un gran instrumento para canalizar los recursos que los países destinan a la cooperación internacional.
-¿Si las relaciones el Gobierno español-Vaticano son fluidas, la tensión existe sólo entre el Ejecutivo y la Iglesia española?
-Lo veo desde Roma con lejanía, lo que otorga cierta objetividad. Hay discrepancias como siempre las ha habido. Cuesta mucho en un país como España ajustar las fronteras de la separación Iglesia-Estado. La Iglesia tiene una tradición intervencionista muy acusada y hay gobiernos que caen en la tentación de resucitar el anticlericalismo decimonónico ya superado.
-¿Es el Ejecutivo actual uno de esos gobiernos a los que se refiere?
-No, aunque hay sectores en la izquierda que muchas veces tienen, equivocadamente, esa tentación. Ha habido disparidad de criterio con todos los gobiernos de la democracia. Con UCD por la ley del divorcio, con Felipe González la ley del aborto, con Aznar no se solventó la cuestión de la financiación y con el actual Gobierno lo más crítico ha sido el matrimonio de personas del mismo sexo. Las relaciones se han enrarecido además a veces por la innecesaria promulgación de nuevas leyes educativas. En España se necesita llegar a un consenso educativo, a una ley que sirva para que gobierne la izquierda y la derecha. Excepto en un caso, todos los ministros de Educación han llegado con una nueva ley debajo del brazo. Evidentemente, a un país le cuesta mucho resistir una reforma educativa por legislatura. Ahí siempre subyace el problema de la asignatura de la religión. A este respecto, la Iglesia tiene que entender que precisa un consenso y que es necesario respetar a una sociedad que es multirreligiosa y en la que además hay personas que no quieren recibir educación religiosa. La Iglesia puede hacer esto desde la tranquilidad que le da el saber que las raíces católicas de España son muy profundas. Cuando la enseñanza es voluntaria, se apunta el 70-80% de los alumnos voluntariamente. Las familias españolas saben que la fe católica es uno de los grandes pilares de nuestro concepto de nación. España es fruto de la fe y de la lengua, estos elementos nos han singularizado como nación. Ambos se han plasmado en la que quizás es la página más gloriosa de nuestra historia: la evangelización de Hispanoamérica.
-Parte de las tensiones entre el Gobierno y el Vaticano se han salvado con la diplomacia de mesa y mantel, como cuando Moratinos cenó con 10 cardenales tras la ceremonia de beatificación de 498 mártires de España.
-Soy muy partidario de esos encuentros. Creo en la diplomacia personal. El punto de inflexión en las relaciones bilaterales se logró también con la designación de un solo interlocutor del Gobierno para la Iglesia: la vicepresidenta. Gracias a esta comunicación fluida con una sola persona se ha resuelto una cuestión decisiva como la financiación de la Iglesia. Antes, ningún gobierno la había arreglado. Ahora, con una ley que determina la parte que le corresponde a la Iglesia en los ingresos del Estado en contraprestación a los servicios que presta al propio Estado nos hallamos con un horizonte despejado.
-¿La izquierda, incluido PSOE, debería pedir perdón por la persecución a la Iglesia desde 1934 hasta el final de la Guerra Civil?
-Sí, creo en la reconciliación. Pertenezco a una generación de políticos que nació en la reconciliación. La transición democrática no tiene más secretos que la generosidad y la renuncia. Todos fuimos generosos y todos renunciamos, fruto de ello nació una democracia por la que nadie daba dos duros en sus comienzos. La reconciliación es mutua y se deben asumir los errores que se cometieron sin olvidar las causas originales. La ceremonia de beatificación de los mártires ha ayudado mucho a esa idea de reconciliación. No se debe olvidar que en aquellos años la Iglesia sufrió la pérdida de 7.000 de sus miembros.
-¿Entonces el PSOE debería pedir claramente perdón?
-Todos debemos hacerlo, no sólo el PSOE, por lo que representaron aquellos años. Pero creo que hoy ese perdón se ha plasmado en la Constitución, que refleja la reconciliación de las dos Españas y la superación de todos los errores continuados que se llevaron a cabo durante los siglos XIX y XX y que abocaron a un clima de confrontación y enfrentamiento que desembocó en la Guerra Civil.
-¿Los sectores anticlericales del PSOE están de acuerdo con esa idea de perdón que, según dice, todos debemos pedir?
-El PSOE es un partido plural, en el que hay visiones distintas. Sin embargo, no creo que nadie pueda negar ni ignorar lo que significa la Iglesia. Desde mi propio partido hay que reforzar los criterios de igualdad, justicia y solidaridad que la izquierda comparte con la Iglesia. Las polémicas son propias del pasado. Hoy la Constitución separa claramente la Iglesia y el Estado, garantiza la libertad religiosa y que la Iglesia pueda desempeñar las labores que le son propias.
-¿Y la Iglesia, debería pedir perdón por su connivencia con el régimen franquista?
-No se trata de que estemos todos siempre confesándonos y perdonándonos. La Historia hay que verla con objetividad, asumiendo errores y reconociendo aciertos. La Iglesia ya llamó a la reconciliación con el mensaje de Pío XII después de la guerra, pero ese mensaje del Papa fue censurado en la España de los 40. Le puedo hablar de mi experiencia personal. Yo he conocido una Iglesia comprometida con la libertad, ferviente defensora de los derechos democráticos. Para mí, la Transición comenzó con el sermón en los Jerónimos por parte del cardenal Tarancón, el 27 de noviembre de 1975. Aquel sermón marcó el camino a seguir, el de una libertad de la que todos pudieran participar. Por lo tanto, el papel de la Iglesia no es tanto de connivencia con el franquismo. En los años 40, el brazo en el saludo fascista lo levantó todo el mundo. Hay fotos con obispos, con militares, con jueces y con periodistas.
-En los últimos meses se han producido dos eventos importantes para la Iglesia española: la beatificación de 498 mártires y el Consistorio Cardenalicio, en el que se han creado 3 nuevos cardenales españoles. ¿Cuál ha tenido mayor relevancia?
-El Consistorio ha sido de mayor importancia. España ocupa un puesto importante en la Iglesia universal. Hoy tenemos 10 cardenales, de los que 6 son electores. La beatificación, sin embargo, ha sido de mayor trascendencia.
-¿Por qué se asoció la beatificación con la ley de memoria histórica?
-Hubo claros intentos de politizar el evento y de que nos lanzáramos los muertos unos contra otros. Se consiguió, por parte del Vaticano, de la Iglesia española y del Gobierno que la ceremonia y todo lo que la rodeó se celebrara dentro de su contexto. Fue una gran aportación y tranquilizó mucho. Respecto a la ley de memoria histórica, hay que recordar que incluyó las reformas que la Iglesia solicitó. Es un ejemplo más del diálogo entre la Iglesia y el Gobierno. Esto quiere decir que el Gobierno no es claramente aconfesional. Se respeta el derecho de la Iglesia para emitir sus criterios sobre cuestiones morales como la familia, el derecho a la vida o el de los padres a educar a sus hijos en la fe católica.
-¿Qué significó cuando el cardenal Bertone le abrazó en la misa de acción de gracias por la beatificación de los mártires?
-Una profunda emoción, no lo puedo ocultar. Llegué a mi puesto en un momento difícil de las relaciones, pero ese reconocimiento público por parte del Vaticano, que es muy parco a la hora de expresar sus opiniones, me reconfortó muchísimo. Significó que el Vaticano valora lo que se ha conseguido en estos últimos tiempos. He de decir que a la Santa Sede también le preocupaba mucho la ceremonia de beatificación, no quería que se convirtiera en un asunto de confrontación política. Aquel gesto fue un gran espaldarazo, a los pocos días lo repitió concediendo una audiencia de más de 40 minutos a la vicepresidenta. En aquella reunión al Vaticano le quedó claro que no se iban a revisar los acuerdos con la Santa Sede.
-Pero, como desveló LA RAZÓN, su partido sí que planteó el cambio de estos acuerdos.
-Es cierto, se estudió en primer nivel, lo cual no quiere decir que luego se incorpore al programa. En el PSOE, éste es fruto de múltiples aportaciones, por lo tanto de muy diversos puntos de vista. Podía haber quien pensaba que esos acuerdos debían revisarse, pero partían de una apreciación errónea, ya que los acuerdos no son el Concordato y son posteriores a la aprobación de la Constitución. Por lo tanto, son perfectamente homologables a la actual democracia española. Yo, desde el principio dije que no se iban a revisar y así fue.
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